LAS 500 MILLAS DE INDIANÁPOLIS
Columnas jueves 22 de mayo de 2025 - 01:00
El joven piloto regiomontano Patricio “Pato” O’Ward arrancará en primera fila de las 500 Millas de Indianápolis el próximo domingo 25 de mayo. Será difícil, pero podríamos presenciar el primer triunfo de un mexicano en esta carrera, una de las tres grandes competencias automovilísticas a nivel mundial, junto con las 24 Horas de Le Mans y el Gran Premio de Mónaco. En 1982 el también regio, Josele Garza, por momentos rozó la gloria, pero tuvo que abandonar por problemas mecánicos. Terminó en décimo puesto, lo que le valió el nombramiento de “novato del año”, primer latinoamericano en obtener tal distinción.
Todo comenzó en 1909, cuando un grupo de hombres de negocios de Indianápolis adquirió un campo de cultivo de 328 acres (132 ha) para construir en él una pista de carreras, cuyo trazado fue dictado por la propia forma del terreno, ya que se empleó toda su extensión. El resultado fue un rectángulo de 2.5 millas con cuatro curvas a nueve grados de elevación. Las curvas fueron unidas por dos rectas cortas y dos largas que corrían de norte a sur y la superficie original era de tierra y grava.
Estos visionarios tenían en mente organizar carreras de autos producidos por las marcas locales: Marmon, Fletcher y Stutz. En aquella época Indianápolis le disputaba a Detroit (hoy una ciudad cuasi fantasma) el título de capital del automóvil americano. Se esperaba que el público consumidor, impresionado por lo que había presenciado, iría presto a las salas de exhibición para adquirir un coche de estos.
La inauguración se efectuó en agosto de dicho año. Sin embargo, los resultados fueron desastrosos, pues las motos y autos que se presentaron no resistieron las duras condiciones de la pista; la respuesta del público no fue nada entusiasta. Entonces los socios hicieron traer 3,200,000 ladrillos con los que se recubrió el trazado, colocados sobre una cama de arena y unidos con mortero. Esto inspiró el sobrenombre de “Brickyard”, de la cual sólo se conserva en la actualidad un tramo de una yarda, que marca la línea de meta. Una vez reabierta, la cosa no mejoró, porque la gente no quería acudir para que le vendieran autos, lo que quería era ver buenas y emocionantes carreras. Los dueños desistieron de sus planes originales, pero de ninguna manera se dieron por vencidos; acorde con el auténtico espíritu emprendedor que hizo de Estados Unidos un país grande, mas no un gran país, le dieron un giro completo a todo el asunto: una carrera de dimensiones colosales que le otorgara al ganador un premio inusitado, la exorbitante suma de 14,250 dólares. Además, para que el público no tuviera pretexto para no ir escogieron un día de asueto, el último domingo de mayo, víspera del Memorial Day. Así nacieron las míticas 500 Millas de Indianápolis, cuya primera edición fue celebrada el 30 de mayo de 1911.
El éxito fue grandioso, año con año el entusiasmo del público crecía, hasta que la carrera llegó a convertirse en la competencia más importante a nivel nacional; eventualmente daría origen y nombre a la principal categoría de monoplazas estadounidense: Indycar.
Los Estados Unidos son un país que debido a su formación histórica no posee un gran legado ancestral; sus tradiciones son casi inexistentes y las pocas que tienen son de reciente creación. De alguna manera las 500 Millas de Indianápolis han aportado algo en ese aspecto, dado que son mucho más que una simple carrera de autos. Para el ciudadano promedio, Indy suele ser una parte importante de su cultura y se identifica con lo que ésta representa: la esencia misma de “América”. Por ello no resulta nada extraño ver cómo el último domingo de mayo se reúnen casi medio millón de almas en el Indianapolis Motor Speedway para gozar con las maravillosas 500 Millas. ¡Ah, por cierto, Cruz Azul, Televisa y el futbol mexicano apestan! hasta el próximo jueves…