¡No toquen a la ciencia!

Columnas viernes 24 de septiembre de 2021 - 01:00

LUIS MONTEAGUDO

“En Francia no se encarcela de Voltaire”- Proclamó el General De Gaulle ante la posible aprehensión del Nobel Sartre, protagonista de los movimientos estudiantiles del “mayo francés”, famoso simpatizante de las ideas comunistas antagónicas con el pensamiento del presidente, que combatiendo nazis, no pretendió jamás tocar a una de las eminencias de la academia francesa, como lo fuera Jean-Paul Sarte.

El intelectual no es una figura común en el panorama cultural de una sociedad dinámica, en donde la formación de opinión tiene a sus referentes en la inteligencia de su sociedad, capaz no solamente de enfrentarse a las hazañas demagógicas de los tiranos, sino también de construir una narrativa alterna que extermine las insidiosas palabras de la manipulación de las masas. 

Excelsos tiranos como Stalin -ídolo indiscutible por mucho tiempo de esa izquierda amante de dictadores-, siempre tuvo problemas de vérselas con un genio del tamaño de Stravinski, ante el cual se dice, el tirano temblaba y tartamudeaba como niño ante la maestra, pues la confrontación con semejante monumento a la belleza armónica, hacía quedar al totalitario como un patético dictadorzuelo patrocinador de uno de los mayores genocidios de la historia humana, y que si no fuera por la influencia de Solzhenitsyn y su Archipiélago Gulag, la izquierda fanática seguiría intentando negar el crimen, a la manera de hoy cuando dicen que en Cuba no existe la dictadura (...).

El intelectual confronta, exhibe al tirano en su madriguera. Desintegra argumentos dogmáticos de soñadores que confunden la práxis de la historia, con sus particulares complejos y frustraciones. El intelectual hace a la historia con su dignidad de científico, de pensador o de artista… y su sola presencia evidencia las monstruosas limitaciones de los lacayos.

¿Por qué si son tan molestos, los demagogos y sus siervos no se liberan de ellos? Por la simple cuestión de que es tal la dignidad del conocimiento, que tocar a uno de sus científicos, implica condenarse a ser un apestado de la historia, a la manera de un Sócrates condenado a muerte por el pueblo a través de su asamblea. El costo por el crimen del pueblo, fue la contestación de Platón al sistema democrático, arrojándolo a una mazmorra de la  que no se libró sino hasta el siglo XVIII.

No deja de resultar inaudito, vil y estúpido, el atentado a toda la comunidad científica desde la Fiscalía de la República, con su pretensión de encarcelar al consejo consultivo del CONACYT. Ante la temeridad de la institución, y su amenaza, sólo les pido que recuerden cuando en la Rusia de fines del siglo XIX se condenó la libertad de cátedra, sembrando la discordia entre la élite intelectual y el gobierno: se construyó una verdadera élite académica que entendió que el diálogo acabó.

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