Salud y poder: Angela Merkel

Columnas martes 16 de julio de 2019 - 03:11

Es la mujer más poderosa del mundo. Vamos, para acabar pronto, la jefa de la UE. Cuando ella dicta la agenda todos la escuchan, y más allá se le cuadran, es por eso que hace un mes cuando en un evento público Angela Merkel comenzó a temblar y con ella el mundo. Puso en alerta no sólo a su país sino al resto de la Unión Europea; esta semana Merkel cumple 65 años de edad y los temblores, al menos en público, han sido tres. No se sabe en lo privado si se han repetido, es por eso que en el último acto público prefirió permanecer sentada para no arriesgar, pero está claro que una silla no resuelve la preocupación por la salud de la canciller alemana quien ha estado en el poder desde 2005. Y aunque faltan dos años para que se retire de la política, la voz de Angela es muy necesaria en el Viejo Continente, y no es suficiente el que ella diga que está bien y que sólo necesita tomar más líquidos.

▶ ¿Hasta donde debe de un jefe de Estado hablar claramente sobre su salud? Es entendible que un grave problema tiraría hasta los mercados, podría afectar la estabilidad económica de una nación. El hablar de un problema de salud de un mandatario se traduce en pérdida de poder, en verlos como lo que menos desean, ser débiles. Un jefe de Estado adquiere una “aura” que los hace sentir casi inmortales, es por eso que ¿cuántos han tapado problemas graves de salud a lo largo de la historia?

Ahí está Fidel Castro, nunca se habló abiertamente de su salud, o Hugo Chávez de quien se dice murió el 28 de diciembre de 2012 de un paro respiratorio, y tanto Cuba como Venezuela decidieron guardar silencio y dar como fecha oficial el 5 de marzo de 2013. También me viene a la mente el expresidente de EU, John F Ke-nnedy, que sufría de terribles dolores de espalda, y se convirtió en dependiente de fármacos, además de que padeció la enfermedad de Addison, es decir, una deficiencia en las glándulas suprarrenales; o el alcoholismo de Richard Nixon y el cáncer del presidente francés Francoise Miterrand. Recuerdo también el Parkinson del papa Juan Pablo II y el silencio de la Santa Sede. Ahora los espasmos de Angela Merkel ponen a la luz la pregunta ¿hasta dónde es obligación de un jefe de Estado hablar de su salud?, ya que ellos al sentarse en la silla del poder dejan de ser de ellos y son del pueblo... y mejor dejamos para otra ocasión la salud mental, porque esa es otra historia.

Es analista de temas internacionales,
especialmente, en política de EU,
Latinoamérica y el Vaticano.
@lauperezcisnero

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/CR

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