Putin y al legado de la URSS

Columnas miércoles 29 de diciembre de 2021 - 01:00

Se cumplieron treinta años de la desaparición de la Unión Soviética y según las encuestas cerca de dos tercios de los rusos lamentan este acontecimiento.

Entre los nostálgicos, la mayoría (un 82 por ciento) son personas de entre 46 y 60 años. Entre los mayores de 60 años la cifra alcanza el ¡76 por ciento! En cuanto a los jóvenes nacidos después de la caída del imperio soviético, tan solo el 28 por ciento lamenta su desaparición. Finalmente. el 52 por ciento incluso desea la restauración “en alguna forma” de la Unión Soviética. Por supuesto, esta opinión varía mucho si se pregunta a los habitantes del resto de las ex repúblicas soviéticas, donde la inmensa mayoría no extraña para nada a la URSS. Pero no deja de ser muy sintomático el torrente de opiniones de rusos añorantes de un sistema de gobierno tan defectuoso y fracasado como el comunista, el cual dejó como legado infinitas carencias, intolerable represión, totalitarismo ideológico y una economía disfuncional.


La URSS siempre estuvo muy lejos de ser un edén. Cuando Gorbachov asumió el poder el país se encontraba en medio de un severo estancamiento debido a graves problemas estructurales. Pero había cierto “orden” y la sensación de ser una gran potencia mundial. La Glasnost y la Perestroika abrieron un alud de complicaciones imposibles de contener. El sistema era muy frágil, y colapsó. Sin embargo, tras la desaparición de la URSS las cosas no mejoraron. Solo se benefició una corrupta y voraz oligarquía. Se impusieron los estrechos intereses de capitalistas emergentes profundamente vinculados con los burócratas de la vieja nomenklatura. La economía entró en un azaroso trance caracterizado por la inflación, el desempleo y la incertidumbre. Surgieron por doquier tensiones separatistas. Los años de Yeltsin fueron de profunda inestabilidad económica y política. Después llegaría Putin, beneficiado en los primeros años de su gobierno por los buenos precios de los hidrocarburos en los mercados internacionales y, más tarde, por la ola nacionalista creada en torno a las balandronadas nacionalistas en Ucrania y Georgia.

 Pero la ilusión putiniana tuvo corta vida. Hoy la desigualdad social ha crecido exponencialmente. La disparidad también se ha acentuado en la mayor parte de las regiones. Mientras ciudades como San Petersburgo y Moscú tiene un nivel de vida comparable a la de las principales capitales europeas, hay muchas zonas profundamente rezagadas. Además, el país se encuentra en medio de una escalada de tensión con Ucrania y Occidente, lo cual incrementa las penurias de los grupos sociales desprotegidos debido a las sanciones de Occidente. La represión y el autoritarismo son cada vez peores. Tras veinte años de Putin, la añoranza por la URSS habla del inmenso fracaso de un régimen corrupto, ineficaz y asesino.

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/CR

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