Apostar al hambre

Un sonado artículo del Wall Street Journal dijo, sin sarcasmo, que al ser los productos del desayuno como huevo, cereal y leche, los que más se han encarecido, quizás sería bueno que, para desincentivar la demanda y bajar los precios, las personas dejen de desayunar, o se limiten a una taza de café (eso sí, tostado, no instantáneo).

Que la publicación panfletaria por excelencia de la burguesía financiera internacional haga una declaración como esta, con justa razón enfureció a muchas personas, y de hecho hay varias notas que se dedican a criticar o a mofarse de la nota original.

Lo que hay en el fondo es la convicción de no poner en tela de juicio la parte central del paradigma de Wall Street, que es el capitalismo globalizado, y que podríamos definir como la fe ciega en la eficiencia del mercado. El liberalismo se caracteriza, como corriente filosófica, por la idea de que es en el individuo donde radica, exclusivamente, el valor moral. Sin embargo, en el aspecto político y en el económico, tiene implicaciones diversas.

A riesgo de simplificar demasiado, podemos decir que en lo segundo, fundamenta su optimismo en el desarrollo, el progreso y la realización de los individuos y de las naciones, en la confianza que tiene en dos instituciones impersonales: el derecho y el mercado, y esto último es problemático. El progreso económico requiere de la libre auto organización de los individuos en lo que sean más talentosos, y a nivel de bienes y servicios, en los que satisfagan de mejor manera las necesidades humanas. El derecho se encargará de evitar la arbitrariedad y proteger la propiedad, por lo que se mantienen así los incentivos para la productividad y el consumo.

Mientras tanto, el mercado se encargará -se supone- de distribuir eficientemente los recursos. Es esta idea la que justifica plenamente tanto la desigualdad extrema como la satanización de lo público y de la intervención estatal en lo que sea.

Ahora bien, la eficiencia del mercado es tautológica, porque no tiene criterios ni de justicia, ni de ética, ni ningún otro extra económico. Un mercado eficiente es el que hace llegar los recursos a quienes pueden pagar por ellos, de manera que la oferta satisfaga la demanda. Nada más. La retórica política del capitalismo global, da un brinco falaz al considerar que la lógica de mercado es “natural”, por lo que cualquier disrupción en la misma se acusa perversa; principalmente aquellas que pretenden reasignar recursos con criterios extra económicos. Eso explica que el principal enemigo del capitalismo liberal sea el socialismo, pero también el Estado de Bienestar y cualquier ideología con una convicción redistributiva de origen.

Por todo lo anterior, no sorprende que la lógica de alguien formado en la escuela de pensamiento globalista y capitalista, sea esa, la de ver cualquier problema como uno de desajuste entre oferta y demanda. Así, si el problema es que los bienes alimenticios están muy caros, pues la manera de bajar los precios es que todos dejemos de comer. Es obvio. Y para ellos no es broma.

A diferencia de lo que pasa con los combustibles, por ejemplo, en el caso de los alimentos no se puede rastrear la causa última al aumento de precio en un sólo producto (como el petróleo, en el primer caso). Existe una relación más o menos explicable entre ciertos alimentos, pero definitivamente hay unos que son sensibles a un insumo y no a otro (las bebidas de sabor al precio del azúcar, como ejemplo sencillo). Aún así, el impacto de un producto considerado esencial en un país va a golpear el índice de la canasta básica en su integridad, y en ese sentido puede tener consecuencias directas en la confianza del consumidor y del inversionista, lo que sí puede tener consecuencias en la inflación general.

La guerra de Ucrania explica algunos de los precios, porque es el granero del mundo. Todo lo que derive de granos va a subir de precio, desde el café hasta el trigo, si bien ya se está estabilizando. El huevo sube por la gripe aviar y porque las gallinas comen granos. Algunos otros productos agrícolas están subiendo en la región porque hay un “miedo” a próximas sequías en Estados Unidos, es decir, un elemento especulativo que no tiene justificación en la realidad, pero igual impacta los precios.

Lo de siempre, pues, utilización de los recursos como botín político de corporaciones apátridas y especulación de quien se dedica a apostar con corbata puesta. Nada más.