Discrepancias

Una de las coordenadas es la confianza global: en este sentido, los medios han perdido confiabilidad a lo largo de los años, acercándose al gobierno que de por sí siempre está en el fondo. Se supone que las empresas y las ONGs gozan de mayor confianza. Empero, esto parece no coincidir con el espacio público mexicano, donde la confianza en el presidente está rondando los 60 puntos, y su movimiento político parece estar como firme favorito en las encuestas para 2024. Estos son algunas hipótesis que ayudan a explicar la discrepancia:

Los dos objetos de mayor valor en esta época son la atención y la confianza. Teniéndolos se pueden amasar cantidades de dinero ilimitadas, monetizar indirectamente la adicción a las redes de los menores de edad, impulsar las personalidades más exóticas a las jefaturas de estado y hacer que millones de personas crean más en la declaración de una persona que en una tonelada de evidencia en contrario. Así es esta época, y no va a cambiar pronto.

Hay una simplificación engañosa al hablar de “el gobierno” como si fuera el poder ejecutivo. Una parte importante de las notas de coyuntura en México consisten precisamente en pleitos de Estado: presidente contra poder judicial, mayoría contra minoría legislativa, autónomos contra diversos actores públicos, etcétera. Y ahí la credibilidad tiende más hacia la persona que hacia la institución.

Es ahí donde el presidente ha tenido la ventaja. Una parte importante del electorado que también es opinión pública, confía mucho más en él, en lo personal, que en “el gobierno” en abstracto. Por eso ha sido tan eficaz su discurso (que en épocas de la transición hubiese sido esquizofrénico) de cambiarse la cachucha de presidente a líder social, a ciudadano, en una misma conferencia de una hora. A veces tiene que cuidar la investidura, a veces es un ciudadano más con todas las libertades y a veces es un líder social que está más allá de cualquier responsabilidad legal.

Esto está sucediendo en muchos países, y quizás los ejemplos más radicales sean los de Donald Trump y Modi. Ahora bien, esta tensión se ha ido desgastando y no puede pasarse por alto, porque tarde o temprano puede tener consecuencias:

Por ejemplo, lanzarse contra la clase media en general, contra los progresistas liberales (en el caso de Trump), o contra alguien demasiado identificado, como los académicos como estamento y otros, es una alienación absurda que les ha costado ya y les costará millones de votos en la reelección. Y no hay necesidad de eso. En los países receptivos al populismo, el resentimiento funciona de forma automática si vagamente se ataca “a las élites”, sin identificarlas con nombre y apellido.

La radicalización del discurso ha provocado también el surgimiento de un movimiento anti líderes real y tangible. Ya hay un anti Trumpismo y un anti Lulismo. Puede estarse gestando también un anti obradorismo. Siguen pensando los populistas en números absolutos. Pero las burlas a las marchas en su contra, y el argumento aritmético, es pueril y muestra más bien coraje. Son líderes que han provocado que muchas personas se identifiquen, en público, como de derecha, porque ha dotado a la derecha de una dignidad innecesaria; es decir, ahora basta estar en su contra para ser de derecha, aunque se tenga una vida respetable y alto reconocimiento social.

Un médico ético y reconocido en su gremio, y con sus pacientes, se categoriza como “conservador, oligarca, corrupto”, y ha comenzado, este último, a tomarle la palabra y volverse activo políticamente. Personas de 66 años que jamás habían siquiera votado, ahora salen los domingos a marchar, en su contra. Ridículo e innecesario este viraje contra la élite media. Porque son millones, porque escriben los libros de historia donde el legado de esos presidentes y primeros ministros será calificado, por muchas razones. Esto tendrá un impulso electoral enorme conforme avancen las próximas décadas.

El populismo autoritario está en auge, es verdad. Pero ya lo vivió el mundo varias veces, y la historia es pendular, también. Y como siempre, a los que maltrataste de subida, te estarán esperando cuando vayas de bajada. Nada nuevo bajo el sol.