El México violento

Los políticos y seguidores de la 4T que festinan la condena de Genaro García Luna disfrutan de un triunfo robado; echan las campanas a vuelo cuando en realidad la captura la realizaron autoridades norteamericanas por delitos que ofendieron al pueblo americano. El juicio lo llevó una corte y un jurado gringos y será un juzgador de aquel país quien lo sentencie. ¿Qué festejan?, nada hizo la justicia mexicana para aprehenderlo; más aún, la larga condena que le espera no reduce en nada el problema del narcotráfico en México, las crecientes adicciones de los jóvenes mexicanos, ni la corrupción e impunidad que campea en el territorio nacional, mucho menos la violencia que genera el crimen organizado. Eso es lo que nos debe de ocupar.

De acuerdo con el ranking 2022 difundido por la organización Seguridad, Justicia y Paz del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, de las diez ciudades más violentas del mundo, nueve se encuentran en México. El estudio señala que de las localidades más violentas -por cada cien mil habitantes-, Colima lidera la tabla de posiciones, seguida por Zamora, Ciudad Obregón, Zacatecas, Tijuana, Celaya, Uruapan, Ciudad Juárez y Acapulco; no logramos el top ten porque se coló Nuevo Orleans. De las 50 ciudades más violentas en el orbe, 17 están en el país, 10 en Brasil, siete en Estados Unidos, Colombia tiene seis, Sudáfrica cuatro, Honduras dos, Puerto Rico, Haití, Ecuador y Jamaica cuentan con una cada uno. Algo hacen bien en Guatemala y El Salvador, porque sus ciudades están fuera de la pizarra.

En el Índice de Desarrollo Democrático del INE 2022, en el rubro “desestabilización de la democracia” se señala que “no hay un rincón del país donde el narcotráfico no tenga presencia” y se reconoce que no ha sido posible detener su avance. Una investigación del CIDE precisa que, en el país, desde 2006 se han multiplicado las bandas del crimen organizado, las cuales hoy llegan a 150 grupos delincuenciales, donde lideran el cártel del Pacífico y el Jalisco Nueva Generación.

Es evidente que la violencia ha ensangrentado al país, donde se han registrado cerca de 147 mil homicidios dolosos en lo que va del sexenio y es muestra de que no ha funcionado la estrategia de seguridad. Hoy se debe dar un golpe de timón y diseñar una política pública que realmente combata al crimen organizado, principal generador de violencia. La crisis de violencia ha llegado al ámbito político electoral, donde rebasan a las autoridades, inhiben la participación ciudadana y amenazan a candidatos o los imponen. Recordemos que en las elecciones intermedias hubo evidencia de manipulación de los comicios, atentados contra aspirantes, amenazas y secuestro de participantes, intimidación de votantes y hasta destrucción de casillas.

A la labor asesina del sicariato, se suman delitos como la extorsión, el secuestro y el cobro por derecho de piso. Esa es el problema nacional que debe combatirse y ocupar a las autoridades, no festinar la condena de un mal servidor público -en el sistema penal, se castigan conductas individuales, no de instituciones ni gobiernos, aunque estigmatizan a toda una nación-, que también ofendió a la sociedad mexicana, pero fuimos incapaces de detenerlo y juzgarlo. Hay dirigentes de partido y legisladores que, ahora sí muy envalentonados, alardean: “vamos por Fox y Calderón”, cuando no han podido detener a los barones de la droga que actualmente manejan los cárteles. Hace más daño al país esas falsas posturas retóricas que solo engañan a la población y no resuelven los conflictos que provoca la violencia doméstica. Que no se cuelguen medallas que no ganaron, esos son triunfos robados.