El cuento del INE

El INE tiene dos historias, una romántica, fantasiosa y oficial. La otra, cruda pero real. La primera está llena de anécdotas que juntas tratan de ser un hecho importante en la historia de México, como es el caso de que el gobierno se puso de acuerdo con los partidos políticos para hacer de la democracia un hecho aproximado a la realidad.

Hay quienes, en defensa a ultranza del INE, aseguran que se fundó en 1977, fecha de la primera reforma electoral que da lugar a visualización de los partidos antes clandestinos o en la marginación legislativa. Lo cierto es que en esta versión las causas de la creación del árbitro electoral parecieran una dádiva del gobierno hacia el pueblo.

La versión real es que la Casa Blanca consideró que los golpes militares en América Latina habían mostrado su inoperancia y se habían convertido en el principal pretexto de los levantamientos guerrilleros a lo largo y ancho de la región.

El IFE se crea en 1990, pero para 1989, el general Alfredo Strossner, es expulsado de la presidencia de Paraguay y deja el poder a civiles, producto de una votación. Este sanguinario dictador que permaneció en la silla presidencial 35 años, era muestra clara de lo que sucedía en el patio trasero del vecino país y creó la era de los organismos electorales que permitieran una mejor manipulación de las masas. América Latina estaba en paz y entretenida con las elecciones civiles y supuestamente imparciales de los gobiernos que desde que llegan se autodenominan democráticos aunque hubieran llegado a través de un fraude, que era el nuevo nombre que tenía el golpe militar.

En México no había golpes militares pero sí una dictadura de partido, y Estados Unidos “sugirió” a México quitarle el nombre al árbitro electoral de Comisión Federal Electoral, que llevaba el mismo nombre que en su país y sacarla de Gobernación, para crear un órgano aparentemente autónomo. El IFE se dio a la tarea de reunir reformas electorales, copiaba normas de otros países y se adhería al gobierno con discreción, pero con contundencia.

Sabedores de que México es un país de rituales, inventaron la profesionalización, que se convertiría en una de las más sucias direcciones del INE llamada Dirección General del Servicio Profesional Electoral, y tuvo en la ciudadanización, un dogma de fe, que tuvo como principal tamiz, los grados académicos para impedir el paso al pueblo. Nadie que no tuviera doctorado podía formar parte de la burocracia dorada del instituto.

Detrás estaba el vicio de la elección de consejeros por los legisladores, a cuyos partidos tenían que pagar la factura por haberlos elegido y juntos idearon la manera de tener salarios millonarios como exorcismo a la corrupción.

Hay historias del INE como fraudes en sus espaldas.