El fin de Boluarte

Hace unos meses, en plena efervescencia antiobradorista en México, algunos que el retiro del embajador mexicano en Perú, era el principio del rechazo internacional contra la Cuarta Transformación, porque así lo deseaban o imaginaban.

A fuerza de represión y asesinatos del gobierno de la golpista se unieron a las severas críticas contra el homicida gobierno peruano Argentina, Colombia, Bolivia, Chile y Brasil; es decir, los vecinos geográficos próximos a esa nación, cuyo pueblo que lucha todos los días a brazo partido por el regreso a la libertad y la democracia luego de un golpe de estado y de la arbitraria detención de su presidente Pedro Castillo, electo democráticamente.

Ahora que toma la iniciativa la genocida, al retirar al embajador del Perú en México, su aislamiento crecerá en la región y puede considerarse el principio del fin de esa feroz dictadura.

Luego de más de 60 asesinatos de peruanos a manos de la policía del régimen de Dina Boluarte, más de 2,800 heridos por golpes y balas, y una decena de desaparecidos, la imagen de los golpistas comienza a ser señalada como un grupo de delincuentes que gobierna a sangre y fuego.

Los peruanos exigen libertad para Pedro Castillo y elecciones libres de inmediato, que pospuso hasta el próximo año el gobierno golpista, violando, nuevamente, su constitución.

El gobierno que encabeza Boluarte viola los artículos 39, 45, 46,117, y sobre todo 122, que otorga el derecho al Presidente de remover al Consejo.

Nadie que se considere democrático puede pensar que Boluarte es presidenta de Perú, porque ella traicionó a quien la había nombrado vicepresidenta y al partido al que pertenece Castillo, que fue el ganador en las urnas, Perú Libre y fue nombrada por un Consejo que destituyó su antecesor en plenas atribuciones de sus derechos, según su Constitución.

No se trata de un pleito contra los conservadores usurpadores sino de la defensa de los derechos humanos de los peruanos, en su mayoría indígenas, que apoyan el regreso de Pedro Castillo a la Presidencia de Perú.

Cuestionar al régimen peruano es contradecir al derecho, la historia y la integridad de los peruanos. La represión en Perú es una práctica diaria, pero algunos prefieren hablar de la violación de los derechos humanos en Cuba, donde no hay protestas callejeras exigiendo destituir, de manera mayoritaria al gobierno.

Aquí se trata de respetar la voluntad del pueblo y no imponer a una camarilla de delincuentes que defienden privilegios de poderosos de Perú y Estados Unidos.