El mayordomo de palacio

El 19 de noviembre de 2019 se publicó en el Diario Oficial de la Federación la materialización, al menos en papel, de uno de los tantos compromisos de campaña del presidente López Obrador: la Ley Federal de Austeridad Republicana. El objetivo era generar una nueva visión con la que el gobierno federal utilizaría el erario y así erradicar los derroches para redirigir los recursos públicos a las personas más necesitadas.

Para muchos, esta visión se ha convertido en un “austericidio”ya que se han instrumentado medidas cuyos resultados no han sido positivos y han derivado en efectos sociales perjudiciales. Los ajustes presupuestales han sido aplicados sin una adecuada planeación que garantice el funcionamiento del país. Consecuencias como falta de medicamentos, desabasto de leche, son notas diarias en cualquier medio informativo nacional.

La tijera de la austeridad le ha pegado a toda la administración pública, ha recortado los salarios, las compras de materiales y suministros, ha desaparecido fideicomisos y hasta ha intentado eliminar órganos autónomos. Parece que otra forma de recortar gastos es no pagar a los proveedores aún y cuando los productos o servicios son entregados.

La pregunta que surge aquí es, si estas medidas son sólo parte de la estrategia de comunicación del presidente. De otra manera, cómo podemos explicarnos la creación de un gobernador para nuestro modesto Palacio Nacional, casa del presidente de la República de la austeridad.

Entre muchos temas de la agenda nacional, a varios les pasó desapercibido la publicación vespertina del Diario Oficial del 19 de febrero. Ese día, se dio a conocer un decreto por el que se crea el cargo de gobernador de Palacio Nacional, personaje que se encargará de cuidar el estado del inmueble histórico y que dependerá de la Secretaría de Hacienda.

Como si se tratara del mismísimo palacio de Buckingham, el gobernador de Palacio tendrá que dar seguimiento y ejecutar las instrucciones del Titular del Ejecutivo Federal relacionadas con la protección, conservación, restauración y mantenimiento a las instalaciones, en particular de aquellos espacios en que el presidente resida y lleve a cabo sus actividades dentro de Palacio Nacional. En una de esas, hasta supervisar que, a la hora del té, no les falten galletitas.

¿Y la auteridad republicana dónde queda? Pues esa es para todos los demás mexicanos, esos que no habitamos palacios y tenemos que encargarnos de mantener nuestras viviendas.

Este, es sólo otro ejemplo de la incongruencia de esta administración, pronto veremos el decreto del Gobernador de las Islas Marías, ahora llamadas “Muros de agua”. Por mucho que se hable de una administración austera, nos damos cuenta que ésta no se aplica a los deseos de un presidente que añora vivir en el pasado. El hecho de que este cargo fuera revivido del siglo XIX, es simplemente otra muestra de que México camina en sentido contrario de la historia.