La cumbre de los Dioses

La obsesión por el imposible, y si por imposible entendemos lo imposible lo paradojo lo absurdo, lo que poca gente entenderá. El amor por el imposible. El amor por la aventura, que no es lo mismo que el amor por otra persona, aquel que lleva a la obsesión, a ese tipo de amor se le llama limerencia. La obsesión que nace por el deseo por conseguir lo que nadie o lo que solo pocos, como llegar a las cumbres más altas del mundo, aquellas en donde de tan altas el oxígeno comienza a faltar, el frio entume el cuerpo, y los sentidos se pierden de apoco.

La cumbre de los dioses es uno de los más recientes filmes animados subidos a la plataforma Netflix. Dirigida por Patrick Imbert -adaptación directa de un manga de Hiro Tanaguchi- que retrata la historia de Makoto Fukamachi, un periodista que después de haber realizado una mala sesión de fotos en el monte Everest es interceptado por un extraño hombre que presume haber encontrado una cámara de fotos antigua y la cual, según él, de revelarse el rollo en su interior podría hacer temblar los cimientos del alpinismo del mundo.

Makoto se arrepiente casi de inmediato de haber rechazado al extraño hombre y al cual encuentra en un callejón mugriento siendo amenazado por un hombre que le arranca de golpe la cámara y huye al instante. El periodista, aunque a la lejanía parece reconocer al hombre: Habu Joji, un antiguo alpinista que durante mucho tiempo figuró como uno de los atletas más importantes dentro del alpinismo, pero después de casi morir en una avalancha este desaparece del radar.

El fotógrafo se convierte en un obseso por la figura de Joji, este a su vez está obsesionado con subir el “Muro del diablo”, en invierno: una vertiente complicada y casi mortal. Aunque ninguno de ellos se conoce, la obsesión del uno con el otro se convierte en una unión indescriptible. En algún momento durante el encuentro entre ambos, el fotógrafo le dice al escalador que su logro, si es que lo logra, significaría menos si no hay una crónica de él. Y es así como Joji, acepta llevar a Fukamachi al muro del diablo, siempre y cuando este no interfiera para nada incluso si de peligro de muerte se tratase.

Con una dirección artística apabullante y una animación que roza el realismo documental, La cumbre de los dioses plantea cuestionamientos por demás interesantes: ¿el hombre solitario se convierte en un salvaje? ¿una vida sin metas es una vida que vale la pena vivir? o si un árbol cae…sin duda no le dejara indiferente.