Veo muy escandalizados a los fifís por la lista de la compra de presidencia. Que ya estamos como con las toallas de Fox, dicen. Que cómo puede costar 16 mil pesos un kilo de longaniza. Que ni los embutidos de bellota, dicen. Que qué onda con las variedades de jamón, dicen también. Que si neta hace falta tener al mismo tiempo Virginia, de pavo, ahumado y de pierna; que cuántas tortas y cuántas sincronizadas caben en esa humanidad austera, franciscana, y que si de veras se nota la diferencia en un sándwich con su panela y su jalapeño y su latigazo de mayonesa como para que el pavo tenga pechugas de a miles de varos. Que a poco nuestro Tlatoani come tanta gelatina, y tan cara (entre paréntesis, espero que sí, porque sabemos que abate los niveles de colesterol malo y ese corazón de oro que late por los pobres y el beis tenemos que cuidarlo). Se los digo como va: no mamen.
Al Líder Supremo no se le cuestiona, porque aquí ya se acabó la corrupción y punto, y él sabe lo que hace con la partida secreta, las adjudicaciones directas y el Vel Rosita. Pero va: entendamos el sentido de esa lista de súper, aceptando que sea real, y no una más de las fake news que induce el compl neoliberal. En serio, es desgastante tener que explicar cosas tan evidentes, pero va…
¿Creen que esa hipotética lista iría dirigida exclusivamente a alimentar a la familia del Padre de Pueblos? Por supuesto que no. O sea, sí: nuestra No Primera Dama merece los mejores productos: esa poesía no se va a escribir sola; exige proteína de buena calidad. Para no hablar de la progenie de nuestro Presidente Eterno: esos muchachones tienen que crecer sanos y fuertes para relevar al Patriarca cuando, ay, la realidad biológica se haga ineludible y llegue la hora de la sucesión en la silla. Pero nuestro Presidente aplica la austeridad republicana a todos los contextos, así que esa despensa va a servir para muchos fines. Ya vimos, por ejemplo, que Ricardo Monreal se echó unos chilaquiles bien picositos en Palacio Nacional. Y como al legislador, uno se imagina en el mismo acto a Martí (se vale llevar tóper, claro que sí), o a Tavo Romero, o a mi Irma, que luego almuerza en el comedor con todos sus empleados, Cartier en mano, con esa sencillez y ese espíritu tan democrático. Pero no cree que las posibilidades de esa longaniza, ese jamón Virginia, esa jaletina, se agoten en la 4T. Por ejemplo: viene de visita Macron, puesto que a nuestro líder se le desgarra el corazón tricolor en cuanto pisa la zona de vuelos internacionales del Benito Juárez y no sale al extranjero. ¿Lo vamos a recibir de una manera mezquina, sin la hospitalidad habitual de los mexicanos? Obvio no: tráiganse unas teleritas de huevo con longaniza. ¿Que nos visitan, por ejemplo, los representantes de las empresas de petróleo? Algo hay que dar en la junta, porque aquí respetamos hasta a los machuchones más siniestros.
Eso explicaría los chescos de 300 pesos y el endulzante para café de seis mil.
▶ Y es que la lista publicada por el legislador panista puede ser una fake new o no, pero en realidad —piensen en Dos Bocas, piensen en el Tren Maya, piensen en la lana metida en Pemex— cumple con el primerísimo requisito de todos los gastos de esta administración gloriosa: no importa que las cosas sean caras o incluso carísimas; lo inaceptable es que sean de buena calidad.
#FaltaElQuesoDePuerco.