Neurosis y secuelas

Después de los primeros 15 días, su olfato regresó. Su sentido del gusto era cada vez más intenso y con ello las primeras sonrisas de una angustia que le había sumido en la tristeza. Pues el miedo a la discriminación o al contagio de sus seres queridos le había llevado a una vorágine de dudas que la hacía sentir condenada y falta de esperanza.

Recordó que antes de recobrar la salud, la zozobra, el miedo, los nervios y la culpa se apoderaron de su mente, porque no sabía qué pasaría. Durante los días de espera para confirmar su diagnóstico, el tiempo fue eterno… y cuando por fin llegó el día de saber el resultado de la prueba los nervios se apoderaron de su mente, pues no sabía que iba a pasar después de eso...

En tanto cruzamos el umbral de los 62 mil muertos a causa del Covid-19 en México, los impactos de la pandemia empiezan a tomar notoriedad en la salud mental de la población, pues el virus genera en la salud mental una secuela que no pasará por alto el dolor por la pérdida de seres queridos, así como a la conmoción que causan el desempleo, el aislamiento, la incertidumbre, la discriminación y el miedo.

En otras palabras, las grandes secuelas de la pandemia son económicas, sociales y psicológicas. “Pues los grandes costos de la política llegarán por separado producto de la experiencia tácita de la ciudadanía basado en sus pérdidas”, en su dolor, y en su resiliencia.

En el gran confinamiento, quedó claro que estamos lejos de saber cuáles serán los resultados de los cuadros de angustia y los ataques de pánico que son frecuentes en las personas que dan positivo a la enfermedad, aunado a que están expuestos a un bombardeo informativo sin límites y a comentarios que desacreditan el trabajo de las instituciones de salud generando un clima de tensión y desconfianza.

Tal vez estamos a tiempo de prevenir una secuela inmedible en la mente de las personas; de anticiparnos a estallidos de violencia, al consumo desmedido de alcohol o el enojo exagerado de comunidades enteras por las restricciones a moverse libremente, si uno pone un poco de atención en las personas verán que no es necesario ser experto en la materia para apreciar que están dadas las condiciones para que surjan las patologías mentales con consecuencias letales para todos. Y ante eso ¿qué previsiones estamos tomando?

Sobre la primera temporada, algunas conclusiones previas:

La primera temporada de videoescándalos en México nos anticipa tres grandes lecciones que podrían reafirmarse durante los siguientes capítulos: La primera es que, guste o no, todo parece indicar que la corrupción no es parte del sistema, es el sistema mismo: sucede en los partidos políticos, con los legisladores, en la administración pública, en las fuerzas armadas, en la justicia y hasta en las más humildes y mejores familias.

La segunda es que, ante la exhibición de un acto “aparente” de corrupción, siempre se halla una justificación para aceptar los recursos: no importa si éstos vienen o van de las campañas políticas, de empresas o de la hacienda pública de estados pobres (Chiapas), la lección que nos dejan los video escándalos es que el acceso al poder está empedrado de recursos e intereses de procedencia dudosa.

Y de colofón, que México ha entrado a una política de polarización de tal envergadura donde las razones, los datos, los criterios y la realidad, pueden o no estar con el ejercicio del poder y eso no es lo que importa; lo verdaderamente importante en democracia, es la narrativa que se impone como mayoría.