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Olimpiada$ y Mundiale$

Olimpiada$ y Mundiale$

Columnas martes 06 de diciembre de 2022 -

Organizar olimpiadas o mundiales de fútbol son lujos que pocos países puede darse, limitado a las economías más prósperas del mundo, o a países gobernados con muy limitados mecanismos de rendición de cuentas. Para darnos una idea de lo oneroso que es organizar olimpiadas, en los dos últimas ediciones (Tokio y Rio de Janeiro), se estima que se gastaron alrededor de catorce mil millones de dólares (mdd) en cada uno; de los cuales el gobierno anfitrión aportó la mitad. ¿Pero a cuánto equivalen 7 mil mdd? A ciento cuarenta mil millones de pesos (mdp), que pemitiría dar mil pesos a cada uno de los 130 millones de habitantes en México, o pagar la guardería anual de 2.3 millones de niñas y niños.

Tal vez para quienes manejan el dinero público en México, 140 mil mdp es poco dinero, tomando en consideración que representa sólo el 60% de lo que llevan gastado en la refinería Dos Bocas, que empezará a producir gasolinas en seis años. Por donde se le vea, es mucho dinero, que en manos de malos administradores, ya sea por negligencia o malos manejos, será mucho más costoso.

En el caso de los mundiales de futbol, se estima que Brasil y Rusia gastaron, cada uno, 15 mil mdd en organizarlos; mientras que la estimación para Catar es estratosférica: 200 mil mdd. Un verdadero lujo para un país del tamaño de Querétaro, la población de Hidalgo (3 millones); pero con un PIB per cápita seis veces superior al mexicano. Se entiende que para ellos es una inversión para ser conocidos globalmente, destacarse de las potencias regionales como son Arabia Saudita e Irán, y así negociar mas y mejores contratos para sus empresas en el exterior, como QatarEnergy. Es su apuesta dorada de #poderblando en el escenario global. Hoy son el reflector del mundo árabe-parlante e islámico, que va de Marruecos a Malasia: un mundo muy lejano para México.

Ahora que nuestro país “co-organizará” el mundial del 2026, conseguido por Estados Unidos, esperemos que no se destine un peso público en un espectáculo privado muy rentable, que no necesita de subvenciones estatales. Y si, ojalá que la selección de futbol mexicana juegue bien, sea competitiva y llegue a algo más que el quinto partido. Pero para ello requiere que los particulares que manejan este negocio organicen mejor la competencia local, impulsen la migración de jóvenes a las ligas europeas y no sólo viendo la caja registradora. ¿Y cuál es el rol del gobierno? Por ejemplo, garantizar la seguridad en los estadios, que existan más y mejores espacios públicos para que la niñez talentosa juegue en ligas profesionales; investigar y sancionar actos de corrupción o de lavado de dinero.

Una selección de fútbol no representa a un país, pero innegablemente brindan identidad colectiva y son carta de presentación global. Las alegrías se trabajan, no se regalan.


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