Pedro Salmerón y otros abusos

La cultura del silencio es parte de nuestra alimentación. La leche materna y la cultura de la secrecía entra en el torrente sanguíneo y determina todo nuestro actuar. Callamos la realidad y volteamos a otro lado ante la agresión que la realidad nos pone enfrente para que no nos toque. Así la moral queda intacta, aunque la violencia nos salpique el rostro.

Normalizamos la violencia de género porque se decidió encubrir la agresión de broma y romance. La violencia contra las mujeres y las niñas es una de las violaciones más graves de los derechos humanos, extendida, arraigada y tolerada en el mundo. A nivel global, 1 de cada 3 mujeres han sufrido violencia física y/o sexual y en algunos países esta proporción aumenta a 7 de cada 10

Es un hecho que el cuerpo de la mujer ha sido hipersexualizado y para convertirlo en vehículo y herramienta de deseo y placer de los hombres, sin embargo, esto se cruza con “las buenas costumbres” que exige la educación y la moral, lo cual obliga a disfrazar la exigencia de materialización sexual en la broma, en el albur, miradas lascivas, silencios llenos de simbolismos sabidos que dicen de forma tácita y clara que ella, la mujer, como objeto del deseo es, al menos en el lenguaje, propiedad de quien enuncia.

Y como propiedad hay quien decide extender la propiedad de la palabra al hecho. Tocamientos, abrazos, besos, acercamientos forzados por la fuerza o por la presión familiar, laboral o por relaciones de poder. El abuso se realiza dentro de la normalidad y la normalidad la justifica, no falta quien dice (hombres y mujeres) que “hoy cualquier mujer, por cualquier cosa se enojan y denuncian”.

Y la sorpresa ante la denuncia ante el grito, ante la ruptura del silencio es porque cuando nadie mira porque la mirada está extraviada por cuellos torcido en formas inimaginables que la evolución de la cultura de la evasión ha provocado. Y de pronto, quien alza la voz obliga a que se hable de lo que todos callan.

En México, Una de cada cuatro mujeres en el país, el 24.7% del total, fue víctima de al menos un tipo de acoso personal o violencia sexual. De acuerdo con los resultados del trigésimo primer levantamiento de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), en el segundo trimestre de 2021, de las 22.7 millones de mujeres mayores de 18 años, 5.6 millones enfrentaron algún tipo de acoso personal o violencia sexual en lugares públicos.

Las calles, el transporte, la música, el lenguaje, la comedia, el amor romántico, la historia son el espacio de los hombres donde ellas acompañan, aman, paren, sufren, caminan, son deseadas y tomadas siempre al margen. Donde siempre temen por su vida, por su cuerpo, por su alma, por su olvido, por su abandono.

Se les acosa, se les abusa porque se puede, porque no son el centro de la historia, porque están, pero no son, por eso se puede defender al acosador, al violentador, por eso, la agresión se justifica pensando que el depredador es una buena persona porque nos gusta su trabajo, porque Salmerón es un buen historiador, porque Félix es un buen político.

La violencia es violencia, aunque se repita hasta el hartazgo, aunque nos acostumbremos, aunque todos la ejerzamos, aunque nos parezca motivo de broma, aunque no la justifiquemos, aunque la vida sea ella misma. La violencia está en nosotros porque somos ella.