¿Huelga en la UNAM?

Columnas martes 04 de febrero de 2020 - 00:13

A 20 años de la culminación de la huelga más larga en la historia de la UNAM, el fantasma de otra huelga acecha la máxima casa de estudios. El caldo de cultivo está listo, grupos radicales minoritarios, pero bien organizados mantienen tomadas varias instalaciones educativas, en medio de un vacío de autoridad universitaria.
El 6 de febrero se cumplen dos décadas de la irrupción de la Policía Federal Preventiva (PFP) en la Universidad Nacional Autónoma de México. El entonces presidente Ernesto Zedillo, después de un trabajo de inteligencia y planeación estratégica, dio la orden de entrar justo al amanecer.
Después de nueve meses de ardua y activa lucha en defensa de la gratuidad de la educación pública, encontraron a la mayoría de los dirigentes del Concejo General de Huelga (CGH), cansados, adormilados y en medio de una maratónica sesión más del CGH en el Auditorio Che Guevara de la Facultad de Filosofía y Letras.
Así, triste y lamentable, terminaba un episodio significativo de nuestra reciente historia.
Como siempre sucede en este tipo de conflictos sociales y políticos, la población se dividió a favor y en contra, se polarizó ante el movimiento y sus métodos de lucha y toma de decisiones. 
Lo que comenzó siendo ejemplo de organización y representación democrática, con el paso del tiempo se fue corrompiendo y contaminando, por la descarada injerencia de grupos políticos, partidos políticos y del gobierno. 
El círculo inmediato de la huelga, terminó hecho pedazos y dividiendo fuertemente a la comunidad educativa. Vendidos, moderados, traidores, conservadores, ultras y mega ultras empezaron a tomar distancia y a desconfiar unos de otros, imponiéndose la cerrazón y radicalización del movimiento.
Esta polarización dejó solos a los pocos estudiantes que se mantuvieron firmes hasta el final y permitió que se gestara una salida unilateral, con la restitución de la UNAM por medio del uso de la fuerza pública.
Pero la victoria del movimiento estudiantil, mucho más allá de lo que representó el CGH, ya se había dado meses atrás con la cancelación de las cuotas. Una derrota del neoliberalismo mexicano que contribuyó a la transición democrática, que más tarde tiraría por la borda Vicente Fox.
A 20 años, los grupos radicales siguen presentes, tienen cubículos, aulas y hasta un auditorio, son otros los rostros, pero las mismas limitaciones ideológicas y sin una diversificación de sus acciones de protesta. La sociedad avanzó, evolucionó, pero ellos no.
Teniendo a la mano una revolución tecnológica y de comunicaciones, bien podrían usarla como herramienta para hacer de su movimiento y banderas de lucha, el movimiento y banderas de millones de mexicanos. Acciones básicas y arcaicas como la toma de instalaciones, no generan ninguna empatía, por el contrario, atraen la animadversión de la sociedad.
Sin embargo, pareciera que coincidieron en la historia con una autoridad universitaria vacía, sin propuestas, indiferente, sin capacidad de comunicación, de estrategia y de acción. Con una estrategia basada en el silencio y la apuesta por el desgaste, jugarle al hartazgo de la comunidad, para que sea ella la que restituya el orden violentado.
¿Dónde está el rector Enrique Graue y su gran ímpetu e interés por reelegirse? ¿Acaso no ve que tiene una huelga a la vuelta de la esquina, esperando sólo el momento y la bandera que otorgue la legitimidad necesaria?

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