Geografía, historia y política
Columnas jueves 07 de mayo de 2020 - 01:06
“Me vuelvo de Veracruz porque
el mosquito hace roncha.
—¿Qué deveras, Miramón?
—Como te lo digo, Concha”.
Con esta coplilla, que se repetía en los cuarteles liberales en los años de la guerra de Reforma, se hacía burla del retiro de las tropas del general Miguel Miramón, incapaz de capturar a don Benito Juárez en Veracruz en 1860. Lo cierto es que el apoyo dado por Estados Unidos al gobierno de Juárez al capturar los barcos que desde La Habana venían a cerrar el sitio de ese puerto, impidieron que Miramón capturara al Benemérito.
Nuestra extensa frontera con el poderoso vecino del norte ha marcado nuestro destino. En el siglo XVIII, el imperio francés de Napoleón III, el pequeño, quiso aprovechar la circunstancia de la guerra civil o de secesión para detener el avance del imperio estadounidense, pero fracasó. El presidente Juárez, admirador del sistema republicano estadounidense, fue factor clave para impedir que los europeos volvieran a influir con fuerza en el continente americano.
En muchos momentos, nuestra ubicación geográfica ha modificado nuestra historia y marcado nuestra política, ineluctablemente.
Hoy que tenemos una relación magnífica entre el gobierno del presidente Trump y el del presidente López Obrador —quien lo hubiera dicho— me viene a la memoria otra circunstancia, no tan lejana, que comento.
El presidente George Bush, padre, que lo fue de enero de 1989 a enero de 1993, tenía una muy buena relación con el presidente Carlos Salinas de Gortari. Cuando Salinas decidió integrar a México plenamente a la economía neoliberal, con la privatización de las empresas públicas y la creación del modelo que llamó, eufemísticamente, liberalismo social con su herramienta denominada ‘Solidaridad’, contó con el apoyo franco de Bush. La culminación de esta política —neoliberalismo, puro y duro— fue el Tratado de Libre Comercio.
En consecuencia, el gobierno de México apostó por la reelección del presidente Bush y perdió. Casualidad o causalidad, el poderoso salinismo se desmoronó: levantamiento zapatista, asesinato de Colosio, crisis económica, etc. Costó trabajo y dinero conseguir que el nuevo presidente, Clinton, respaldara tanto el TLC como la economía mexicana en crisis.
Espero que en la elección de noviembre en Estados Unidos no nos equivoquemos otra vez. Si no gana el “buen amigo de México, Trump” tendríamos que recomponer nuestra relación con el gigante del norte y eso nunca es fácil y, menos, barato.
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/CR
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