2º Informe: Requetebién

No hace mucho en esta columna hacíamos un recuento sobre las similitudes que se ubican entre la primera y la segunda transiciones políticas de las izquierdas en México. Ambas con tales afinidades que pareciesen las mismas; sin embargo, la primera fue encabezada por el PRD con su llegada a la jefatura de gobierno del entonces Distrito Federal en 1997, y actualmente, a partir de 2018, con el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).

Estos movimientos de izquierda coinciden en oponerse al neoliberalismo y los privilegios de la élite política, centraron a la corrupción como parte fundamental de su discurso, propusieron y ampliaron los derechos sociales y pusieron atención a los servicios públicos en beneficio de la ciudadanía, además de innovar con programas sociales para sectores vulnerables con el fin de disminuir las desigualdades y ampliar derechos con una visión de carácter universal. Al mismo tiempo, aplicaron políticas de austeridad y disminuyeron los salarios de los altos funcionarios.

Más aún, hoy es posible confirmar que una gran mayoría de los actores políticos y funcionarios que fueron parte de la primera transición se encuentran activos y en funciones en esta segunda etapa de las “izquierdas gobernantes” iniciada en 2018, sea de forma directa o a través de parentescos, sea mediante Morena, el PT o partidos políticos satélites.

Y si esto no bastara para advertir la amplia similitud, puede uno sumergirse un poco más vía el derecho de acceso a la información para conocer la trayectoria de los mandos y estructuras administrativas y confirmar que son prácticamente los mismos, son cuasi similares. Tal vez, la variante lógica es la suma de aquellos personajes políticos y empresariales que durante su arribo sumaron a las alianzas que garantizaron el éxito de la campaña presidencial de 2018.

Hoy, después del segundo informe de gobierno del presidente de la República, “quedaron atrás” las muchedumbres enardecidas por el miedo que generó el rumor del envenenamiento de los pozos de agua con el virus, los feminicidios, la falta de medicamentos, las masacres, la violación flagrante de los derechos humanos de las fuerzas armadas, la corrupción de los funcionarios por compras dudosas durante la pandemia, las extorsiones y muertes dolosas en incremento… Los desaparecidos, los asesinatos políticos y de municipales de seguridad pública, todo ello, consumado durante este segundo año, así como los agravios al medio ambiente y ni pensar los más de 66 mil fallecidos por el Covid-19 en México.

La algarabía envuelve al cambio por los avances de la refinería, el aeropuerto de Santa Lucía, la venta del avión presidencial, por el tren transístmico, por las megaobras que se ofertan como obra de la modernidad y de la austeridad. Por el linchamiento público hacia los presidentes. Porque hoy vivimos una especie de catarsis del pasado donde la “locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados”.

Y quiérase o no, esto sucede porque no acabamos de entender que las burocracias lo devoran todo, porque las tecnocracias lo maquillan todo y porque los tomadores de decisiones son exactamente los mismos de siempre. Solo que ahora redimidos por lo mal que lo hacen los partidos políticos; como si estos, fueran instituciones con vida propia y no organizaciones conformadas por individuos que actúan según sus intereses territoriales.

Tal vez lo verdaderamente cierto después de este informe, y de los que vienen en las gubernaturas y municipios del cambio, es que, lo verdaderamente seguro, son los centavos que hoy se tienen en el bolsillo. La salud de la que se goza al día y los empleos que se mantienen vigentes. Lo demás, son cifras que no hacen sentido.