Así no se gana; se pierde

Jamás un muro, una valla, una barda o cualquier cosa que separe a unos de otros será un monumento de paz, al contrario, representará el resentimiento o el temor cuando no se supo proteger a los ciudadanos, en este caso a las mujeres, para evitar que su furia al ser asesinadas o violadas por un macho transgreda la civilidad. Hoy, Día Internacional de la Mujer, nada que festejar, sí mucho que lamentar.

Después de unas inmerecidas vacaciones regreso con estas líneas en un día que, seguramente, será difícil para las autoridades federales y de la Ciudad de México, pues a un año de aquella manifestación de “Un día sin mujeres” las cosas para nosotras no han cambiado: se mantienen los feminicidios, la desigualdad e inequidad y la indiferencia ante la violencia de género.

Nada me hubiera gustado más que escribir que las mexicanas estamos felices porque por fin el gobierno responsable constitucional y moralmente está obligado a garantizarnos una vida alejada de cualquier tipo de agresión. Sin embargo, la situación es muy distinta a mis deseos: siguen desapareciendo niñas, adolescentes y jóvenes que después de unos días son encontradas muertas y con signos visibles de infinita crueldad.

Y para darnos la estocada hasta han hecho candidato a gobernador de Guerrero, uno de los estados más pobres, pero también más ricos en sus bellezas naturales, al morenista Félix Salgado Macedonio, a pesar de que están documentados los abusos sexuales de este señor contra cinco mujeres.

Mi pregunta es simple: ¿con todo esto no quieren que las mujeres, feministas o no, salgan a la calle a pintar fachadas en protesta por la incapacidad de frenar la ola de violencia machista en su contra?

Escuché a un hombre decir: “protejan a sus ciudadanos y no tendrán que proteger nunca más sus monumentos” y tiene toda la razón. Si no existieran feminicidios, hostigamiento laboral y sexual, políticos sucios de mente y cuerpo ninguna mujer por más feminista que sea estaría tomando las calles para protestar o para desahogarse porque sus lágrimas ya no la consuelan.

¿Y qué nos encontramos? Un Palacio Nacional amurallado con vallas metálicas para distanciar aún más a las mujeres de quién vive en ese histórico inmueble que es de todas y todos nosotros. Nunca, que yo recuerde, algún presidente del pasado había osado levantar un muro en contra de las mujeres.

Equivocan de nueva cuenta su estrategia para calmar los ánimos de las mujeres mexicanas, una valla no las va a detener; un violador convertido en gobernador tampoco; un funcionario que devuelve a los pobres lo robado menos porque las cicatrices de la violencia las llevan en el alma.

Escribo esto sin saber cómo transcurrirá el Día Internacional de la Mujer, pero si estoy segura de que el muro antifeminista será un motivo más de distanciamiento entre gobernantes y gobernadas. Así no se gana, así se pierde…