De cómo Donald Trump ha ayudado a China

Antes y después de la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos en 2019, existía consenso entre los analistas de política exterior tanto republicanos como demócratas sobre la necesidad del país norteamericano de tomar acciones contundentes para hacer frente a China en diferentes áreas. Por un lado, se mencionaba que a China debía solicitársele comprometerse con la economía mundial – evitando depreciar su moneda y asumiéndose como una nación de libre mercado-, por otro lado, se señalaba que tenía que enfrentar a China en lo que Estados Unidos considera acciones en contra de derechos humanos y prácticas industriales dañinas para el medio ambiente.

Al principio, el presidente Trump logró construir una autoimagen, fomentada por él mismo, como el único presidente con las agallas necesarias para desafiar a China. Sin embargo, el mandatario estadounidense ha ayudado a China tanto en el discurso como en la práctica, más de lo que cree.

1.- La campaña de desprestigio contra China ha sido en beneficio de ella

El discurso del mandatario, que se basa en la constante repetición de adjetivos negativos que acompañan a la palabra “China”, constituyen una narrativa que nubla un análisis adecuado sobre los retos que, en efecto, representa China para nuestro país vecino. Esta visión simplista sobre el país asiático no contempla los cambios sucedidos en los últimos 20 años. No toma en cuenta que China no es una gran entidad homogénea controlada por el Partido Comunista, y no considera que ese partido no está unificado bajo la ideología de Xi Jinping. El riesgo de propagar esta visión distorsionada del país es lo que no ha permitido mapear dónde China es un aliado estratégico y dónde es un adversario.

2.- El desprestigio contra tecnologías chinas por encima del impulso al desarrollo de tecnologías propias

Durante el siglo XX, Estados Unidos encabezó el camino de las innovaciones tecnológicas principalmente debido a su competencia con la Unión Soviética durante el período de la Guerra Fría. En aquellos años, la sinergia entre gobierno, academia e iniciativa privada en Estados Unidos estaban guiadas por un sentimiento nacionalista que impulsaba la innovación en las industrias aeroespacial, militar y de telecomunicaciones, mismas que trajeron consigo tecnologías que son hoy de uso diario.

Sin embargo, esa unión que hacía la fuerza no está hoy presente. Estados Unidos bajó la guardia, mientras tanto China innovó en la construcción de infraestructura digital comercial e inteligencia artificial, que cada vez tienen una gama más amplia de usuarios alrededor del mundo, otorgando a China información valiosísima para continuar sus investigaciones en la materia e incluso vulnerando aspectos considerados de seguridad nacional por algunos países.

En este respecto, la tarea de Trump era hacer frente a China desarrollando tecnologías competitivas, impulsando la sinergia entre academia y los sectores público y privado en la creación de nuevas herramientas en beneficio de la humanidad, aunque estuvieran motivadas por una competencia con China. Aunque Estados unidos cuenta con los recursos, no ha habido voluntad política para concursar en la carrera tecnológica con una visión más allá que la que la frustración frente al desarrollo de China ofrece al mandatario estadounidense.

3.- La salida de Estados Unidos del Tratado Transpacífico (TTP) en beneficio de China

China, habiéndose comprometido con el multilateralismo desde finales del siglo pasado, no habría tenido otra opción más que participar en el TTP propuesto durante la administración de Obama. Con ello habría tenido que adaptarse a las reglas impuestas por las naciones que lo conformarían por un deseo de aceptación en la comunidad internacional y de construcción de reputación como un país confiable. Pero Trump dio una salida fácil a China al cancelar la iniciativa. China no esperó para construir alianzas regionales e inició con su proyecto de la Franja y la Ruta con el que está logrando construir infraestructura regional que conecta a Eurasia. Al respecto, esta semana el Secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, advirtió sobre la influencia de China en Asia Central durante su visita a Kazajistán y Tayikistán.

4.- Debilitamiento a la narrativa del sueño americano en favor de China

Donald Trump vulneró la narrativa sobre el país construido por pueblos de diferente origen unidos por la esperanza de una mejor calidad de vida del que Tocqueville escribió uno de sus textos más conocidos: “Democracia en América”. El jefe del ejecutivo incitó a un fenómeno de hostilidades y antagonismos con grupos actuando en diferentes direcciones, creando disfunción política al interior de país, dañando la credibilidad de Estados Unidos a nivel internacional y poniendo en duda el modelo de democracia que el país presumía ante la comunidad internacional.

A esto se suma la guerra comercial que, tras lograr una “fase uno” para un acuerdo permanente entre China y Estados Unidos, generó reacciones como la de David Fickling, experto en comercio quien señaló con respecto a Trump que “Es un alivio cuando una nación decide dejar de golpearse en la cara; sin embargo, cuánto mejor hubiera sido si no hubiera comenzado”.

Preocupa la falta de diálogo entre las dos naciones que serán las más importantes de por lo menos la primera mitad del siglo XXI. China tiene la ventaja de que por el momento domina en la innovación de tecnologías, por lo que a quien corresponda la próxima administración de Estados unidos debe lograr recomponer el sentimiento político en su nación y entonces hacer frente a China, cooperando donde haya que cooperar y compitiendo donde haya que competir, pensando en el beneficio de la humanidad.