El arte del engaño

La contratación de obra pública es un importante motor para el desarrollo económico a nivel federal y local. La industria de la construcción es una de las actividades económicas que mayor valor agregado genera a la economía del país; se estima que representa alrededor de 2.4 billones de pesos al año, del cual 23% corresponde al sector público y 77% a gasto federal.

En cada sexenio, los casos de obra pública con retrasos y sobrecostos son anomalías que ocurren frecuentemente, y de los que se podrían citar un sinnúmero de ejemplos, algunos incluso, en los que desafortunadamente no solo resultaron más costosos, sino que se convirtieron en un riesgo para la población. Basta recordar que, en julio de 2017, un enorme socavón de cinco metros de profundidad se abrió en el Paso Exprés de Cuernavaca, costándole la vida a dos personas que viajaban en un vehículo. La reparación de esa vía fue con cargo a los recursos públicos, provocando un daño al erario de más de 100 millones de pesos.

La experiencia nos ha enseñado que cuando los proyectos no son planeados adecuadamente, acaban financiándose obras públicas innecesarias, proyectos con problemas de factibilidad o de baja rentabilidad económica y social; obras a precios excesivamente elevados de mala calidad que comprometen la rentabilidad de los proyectos, así como el potencial impacto en la productividad de la economía y en el desarrollo social, además de que pueden poner en riesgo la vida humana.

Para nuestro presidente, el sobrecosto en la obra pública sería una práctica prohibida, además prometió buscar empresas serias y cumplidas. Ambos objetivos no se están cumpliendo: a la fecha se ha reportado el incremento en el gasto presupuestado de tres de los proyectos más importantes de esta administración, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, el Tren Maya y la Refinería de Dos Bocas en Tabasco. Por otro lado, la práctica favorita de este gobierno ha sido priorizar las adjudicaciones directas, sin considerar siquiera procesos más transparentes como las licitaciones públicas.

Una vez más el presidente hace gala de sus dotes del engaño, por un lado en su discurso critica las prácticas tramposas a las que recurren los contratistas, al participar en las licitaciones presentando precios más bajos para luego, una vez que resultan vencedores, se apegan a las excepciones establecidas en la Ley de Obras Públicas que posibilitan aumentar los precios pactados de manera ilimitada, y por otro, anuncia la realización de proyectos con costos engañosos, debido a la falta de planeación y experiencia de los funcionarios responsables.

La ejecución de proyectos de infraestructura requiere más allá de una buena planeación, un riguroso manejo del seguimiento en su ejecución. La puesta en marcha de éstos obliga un adecuado mantenimiento para evitar terribles desastres como el sufrido en la línea 12 del metro de la Ciudad de México. Hasta hoy, el resultado del cambio prometido no se ha visto, los mexicanos seguimos pagando muy caro el desdén hacia la infraestructura de nuestro país.