Ya ha pasado medio año. Tras 6 meses desde su irrupción pública, Juan Guaidó insiste en tres frases devenidas en una suerte de mantra para los demócratas venezolanos: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres.
Las tres frases fueron dichas en un orden y también devinieron, en el imaginario colectivo,
en una suerte de pasos a seguir para la restauración democrática de Venezuela. Guaidó, en tanto cabeza de la lucha democrática en este 2019, tiene un serio problema. Los otros dos pasos parecen sujetados a que el primero se produzca.
Y efectivamente Nicolás Maduro sigue allí, sentado
en la silla presidencial en el Palacio de Miraflores. La usurpación del poder democrático en Venezuela no ha cesado.
Tampoco hay señales de que Maduro vaya a dejar
el poder. No al menos por su voluntad, ni tampoco por decisión del alto mando militar que ha decidido respaldarle, pese a todos los señalamientos de violaciones a derechos humanos y corrupción.
Maduro devenido en piedra de tranca para cualquier
negociación. Desde Estados Unidos ha trascendido que la administración Trump podría ofrecerle a Maduro una puente de plata para que se establezca en algún lugar con las garantías suficientes de que Washington lo dejará en paz.
Es la otra cara de la moneda. En relación con Venezuela, la política de Washington ha sido errática. Los tuitts amenazantes de Donald Trump no sirvieron para atemorizar a Maduro y su sequito, y tal como ocurrió con la jerarquía castrista, las amenazas por sí solas (sin que hubiesen acciones concretas), terminaron atrincherando a quienes se quería sacar del poder.
De las bravuconadas de Trump, Bolton, Rubio o Pompeo quedaron sencillamente una retahíla de mensajes en las redes sociales. Pero nada más.
Recientemente Elliot Abrams, el enviado espacial de Washington para la crisis venezolana, fijo dos posiciones importantes que no las dijo a título personal. Estados Unidos respalda las negociaciones entre chavismo y oposición democrática, siempre y cuando el tema sean elecciones libres. Y, acto seguido, recalco lo que es la piedra de tranca. Estados Unidos sólo aceptará elecciones, si previamente Maduro deja el poder.
Y acá regresamos a Guaidó y su promesa de cambio en Venezuela. El cambio con “C” mayúscula sólo será posible sin Maduro en el poder. Maduro no sólo es un usurpador, ya que ocupa la presidencia sin legitimidad de origen, sino que paulatinamente queda en claro su responsabilidad en las diversas violaciones a derechos humanos, tal como lo demostró el contundente informe de Michelle Bachelet.
Es Maduro el principal responsable del desastre económico, del cual emergen otras innegables problemáticas en campos como la salud o la alimentación. En un clima generalizado de crisis del cual la población huye de forma masiva, como lo evidencia el éxodo de más de 4 millones de personas que destapó a partir de 2015.
La usurpación debe cesar. No caben otras opciones.
• Periodista e investigador de la Universidad Católica
Andrés Bello, en Caracas.@infocracia