La toga y la independencia

Como consta en los anales de la historia política de los Estados Unidos de América, en el verano de 1921, fue designado como ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia, William Howard Taft, quien ejerció como el vigésimo séptimo presidente de ese país en el periodo 1909-1913.

Si bien, la Suprema Corte de Estados Unidos ha tenido jueces y juezas que, previo a llegar al alto tribunal, han ocupado cargos políticos e inclusive de elección popular, no es usual que al término de su mandato o más adelante, expresidentes de ese país se incorporen como cabeza del Judicial. Pues bien, este caso atípico se presentó en la persona de Taft.

Sin importar que el recién nombrado presidente de la Suprema Corte de Justicia había hecho una larga y exitosa carrera en el servicio público, hasta alcanzar la silla más importante dentro de la Casa Blanca, al ser nominado por el presidente Warren G. Harding para dirigir el máximo tribunal, Taft externó que estaba auténticamente preocupado de si tendría la sabiduría para ocupar el cargo y vestir dignamente la toga de máximo juez de los Estados Unidos.

Taft ocupó 9 años la más alta silla de la judicatura federal en los Estados Unidos, tiempo en el cual dejó una huella que aún perdura a más de un siglo de su nominación. Pero ¿cuál fue la base de su comportamiento al frente de la Corte? Por increíble que parezca desde la perspectiva política, especialmente, por haber sido presidente de los Estados Unidos, el ministro Taft asentó su actuación ministerial en la independencia judicial, principio que, como él mismo externó, era el único que garantizaba la salvaguarda de la función que los padres fundadores le dieron al Poder Judicial: ser fiel de la balanza, contrapesar a los otros poderes y recordar los límites establecidos en la Constitución.

La primera divisa de la Corte Taft fue: juzgadores debían ser absolutamente independientes en sus juicios, pues ello aseguraba el debido proceso y decisiones imparciales libres de influencias políticas, sociales y económicas. No solo eso, para el ministro presidente la independencia judicial era la única garantía para preservar la confianza pública en el trabajo de la Corte y del resto de tribunales federales. Esto se alcanzaba bajo la condición de que nunca se olvidara que el Judicial es un Poder separado de los otros 2 poderes, que poseé la misma dignidad y relevancia, aun cuando sus titulares no provinieran de la voluntad directa del pueblo.

Desde su presidencia, el PJF adoptó una política judicial de trabajo y esfuerzo colaborativo de la judicatura federal en su conjunto y se crearon los mecanismos de autogobierno de los tribunales federales en todo el país, mediante el establecimiento de un órgano de gobierno judicial denominado Conferencia Judicial de los Estados Unidos -que funciona hoy en día-.

Esta iniciativa del ministro Taft recibió el respaldo del Congreso de los Estados Unidos, órgano parlamentario que en 1934 reguló la idea de autogobierno en la Rules Enabling Act, ordenamiento a través del cual se autorizó a la Conferencia Judicial a poner orden al interior de esa rama del Estado, para evitar instromisiones indebidas de otros poderes, aunque desde luego, siempre con la posibilidad de supervisión del Legislativo en los asuntos que así lo ameriten, perjo jamás como unmecanismo de presión para lograr sentencias a modo.

En el México de hoy, vale la pena recordar este pasaje.