Por Elia Cruz Calleja
“Yo no me iba subir”, recuerda entre lágrimas Sergio Santiago, un ciclista de 39 años de edad que padeció el infierno de estar en el último vagón de aquel tren de la línea 12 del Metro que antes de poder llegar a la siguiente estación a la que se subió se desplomó aquel 3 de mayo de 2021.
El joven vendedor de un almacén de ropa en Coapa había llegado puntual a su cita con el Metro, aproximadamente a las 10:05 de la noche se encontraba en la estación Tezonco en la cual abordaba luego de hacer un recorrido de 35 minutos en bicicleta desde su lugar de trabajo, solo pensaba en llegar a su casa para encontrarse con su esposa Ángeles y su bebé de cuatro años, Lionel.
Sergio repasa mentalmente las escenas que marcarían su vida de una manera trágica, desde que dudó en subirse al Metro debido a que venía “muy lleno” y pensó que no cabría con todo y bicicleta para dirigirse a la terminal, en Tláhuac, para después continuar su recorrido nuevamente en bicicleta hasta llegar a su casa en Valle de Chalco, en el Estado de México, justo con los límites con la capital del país.
Pero al ver que la mayoría de los usuarios se bajaron, decidió entrar en el que sería el último viaje del Metro que años antes ya había parado operaciones para darle mantenimiento a fondo debido al desgaste mayor que tenían las ruedas lo que lo dejó inhabilitado más de un año.
“Yo escuché un fuerte ruido y pensé que se habían pegado vagón con vagón, pero cuando volteo vi el desprendimiento y la noche, y de pronto vino la caída de una extremo a otro, pero mi bicicleta me ancló un poco porque me cayó encima de la mano, y de la otra había una señora sosteniéndose de mí”, explica Santiago.
Detalla que cuando se dio cuenta había gente gritando y personas afuera diciendo que no se movieran porque corrían el riesgo de que se termina por caer el vagón, “yo no sabía cómo estábamos y por qué la gente decía que no nos moviéramos”, rememora la víctima que resultó con serias heridas.
“No me dio miedo porque había tomado cursos de Protección Civil en los que me habían instruido que primero debías revisarte tú para poder después ayudar a los demás, pero traté de mover las piernas y no me respondía, traté de mover las manos, pero una estaba anclada a la bicicleta y de la otra tampoco”.
Sergio asegura que al menos 10 personas cayeron encima de él lo cual le hacían sentirse como si le hicieran “bolita”, una “presión insoportable”, pero mantuvo la calma para salir al recordar a su hijo, para el cual es su superhéroe, su Batman, y “no le podía fallar”.
“Siempre que me voy le pregunto, ¿quién soy? y él responde con su vocecita. ‘Batman’, y la chocamos y decimos: ‘cinco para el camino, por si acaso’”, subraya mientras llora al recordarlo.
Esa motivación le dio fuerza para levantarse y no quedarse ahí, pero para ello tuvo que pedirle ayuda a un chavo que se encontraba frente a él, también en malas condiciones. “Yo solo le decía jálame, sólo jálame y yo veré qué hago después”. El joven accedió y tras ayudar a su pareja, quien se hallaba ensangrentada, volvió para “jalar” a Sergio, momento en que se dio cuente que “no estaba bien” pues sus costillas se escucharon como si fueran “una bolsa de papas”, sin embargo eso no le impidió salvar al “Batman de su hijo”.
El joven ciclista especula si su mamá, muerta hace 20 años, le ayudó a “aguantar” el impacto en el Metro y él solo tuvo que padecer un poco de lo que realmente hubiera tenido que enfrentar.
Una vez a fuera, recuerda, lo primero que pidió a las personas que lo ayudaron fue llamarle a su hijo para decirle que estaba bien, que regresaría a casa a salvo para volverlo a ver.
Sin embargo, lo más complicado apenas empezaba, pues al recibir atención por parte de los paramédicos en la ambulancia a la cual lo subieron, después de revisarlo le dijeron que no tenía nada y que se bajara porque había personas más heridas que necesitaban ser trasladados a hospitales, pero ya habían avanzado unos 30 metros, y ahí miso lo bajaron pese a que les decía que no podía caminar, que sus piernas ya no le respondían.
“Si no hubiera sido por la gente que exigía que me atendieran, nunca me hubieran hecho caso”, lamenta Sergio, al tiempo en que detalla que fue una hora después que finalmente otra ambulancia lo lleva al Hospital Belisario Domínguez, ubicado justamente en la estación Tezonco, donde él había subido una hora antes, pero ahí no lo recibieron debido a que estaba catalogado como Covid-19, por lo que lo llevan al ISSSTE de Tláhuac, pero antes, todavía estando en el Belisario, al voltearlo, los paramédicos se dan cuenta que tiene un “enorme” hematoma en la cadera por lo que piden que le drenen la sangre antes de ser movilizado. “Me metieron dos jeringas para sacarme la sangre. Perdí el conocimiento”.
“Cuando recuperé la consciencia ya me encontraba en el ISSSTE, pero no me hicieron nada ahí, pese a que uno de los médicos se aferraba a decir que tenía fracturas. Algún día lo voy a ir a buscar para darle las gracias”, afirma convencido.
Al no recibir atención para el dolor que tenía, su esposa, trabajadora de la Marina, decidió que era mejor trasladarlo al hospital de la dependencia, por lo que solamente permaneció un día en el ISSSTE. Ya en el hospital de la Marina en Coyoacán, médicos le diagnosticaron costillas rotas, dislocación de hombro y lesión en el muslo.
“Cuando en el ISSSTE de Tláhuac se entera que la Marina va a ir por mí, ordenaron que ya no me suministraran medicamentos y me dejaron ahí hasta que la Marina fue por mí”. Durante ese lapso de aproximadamente una hora y media lo dejaron sin analgésicos para que pudiera tolerar el dolor. Una vez que llegaron elementos de la Marina, “una persona les pide que me quiten la bata para que se las devolviera”.
Pasados cuatro días, el 7 de mayo, una trabajadora social llegó hasta casa de Sergio y su esposa, en Valle de Chalco, pero como él no se podía mover, hablaron con la esposa a la que le ofrecieron 10 mil pesos en efectivo, que en primer momento pensó en no aceptar, pero debido a las presiones económicas de suministro para su hijo dice que sí a la ayuda.
“Yo le dije a ella, mira, yo ya llevo cuatro días sin poder dormir, necesito que me ayuden a dormir, pero como necesitábamos dinero para las cosas del niño, decidimos que sí debíamos aceptarlo, por eso decidimos hacerlo”.
Ese primer pago en efectivo, asegura, le dijeron que era un apoyo para pasajes, otro de los motivos por lo que decidió que sí debía tomarlos. Días después, a través del enlace que le asignaron, una ambulancia acudió hasta su domicilio para llevarlo al hospital de Xoco porque tenía un golpe en uno de los testículos que le ocasionaba dolor hasta la pierna y cadera.
“Ahí me trataron muy mal. Llegando me querían operar de la cadera sin haberme hecho estudios, solo porque escuchaban que tenía un golpe, y uno de los médicos, de apellido De la Torre, me dijo que eso se me iba a quitar cuando se me desinflara, pero yo le decía que me dolía y él respondía que eso caminando quedaba”.
Sin embargo no fue así, por lo que tuvo ir a terapias al Instituto Nacional de Rehabilitación donde los especialistas le dijeron que “no podía caminar, que no debía moverse”, porque si lo hacía no había certeza de que pudiera pasar con su músculo de la cadera.
Fue así que pasó meses en rehabilitación hasta volver a caminar, pero que hasta ahora continúa porque no se ha recuperado por completo. Mientras tanto tuvo que ser uso de una silla de ruedas, una andadera y muletas que el enlace le llevó. Luego de dos meses, el IMSS ya no le quería dar incapacidad, revela, pero sí le ofrecía pensionarse, opción que él no aceptó.
En ese tiempo, el gobierno le ofreció una casa, le dio un catálogo del que tenía que elegir una de ellas, pero nunca le especificaron a cambio de qué sería ese beneficio o si tenía que pagar y cuánto, solamente le exigían tomar una decisión rápido, recuerda Sergio.
Además, apunta que, un día regresando de sus terapias lo condujeron a las oficinas de atención a víctimas ubicadas en Luis Moyá, en el centro de la ciudad, para que firmara un presunto apoyo como seguro del Metro por 250 mil pesos, que él finalmente aceptó, pero con la condicionante de que le siguieran proporcionando atención y medicinas durante todo su proceso de recuperación.
Pero el acuerdo no se cumplió y solamente un mes después ya no recibía medicamento y el traslado a las terapias era intermitente debido a que no siempre llegaban por él para llevarlo.
“Busco que se haga una reparación del daño real, pues el gobierno nunca se ha acercado conmigo para hacer una reparación del daño. Y lo hago para que no se vuelva a repetir. Me queda ese miedo de que se vuelva a caer, por eso no me volvería a subir. Además de que veo que el puente vehicular”. “Que se haga justicia, pero como se debe de hacer”.