“Yo esperaba que se descarrilara, pero no que se fuera a caer”, revela usuaria de L-12

Por Elia Cruz Calleja

Luego de diversas fallas que había presentado la Línea 12 del Metro desde su construcción y recién puesta en marcha, la señora María del Pilar Medrano, usuaria del transporte público y residente de la colonia Nopalera en Tláhuac, revela que ya esperaba que una tragedia sucediera, pero no a ese grado, sino que solamente preveía “que se descarrilara más no que se fuera a caer”.

“Nunca, nunca, nos imaginamos que se fuera a caer”, insiste la usuaria del Metro que detalla que ahora tiene menos tiempo para dormir pues le tiene que dedicar aproximadamente cinco horas a su recorrido de ida y vuelta para llegar a su trabajo hasta avenida Camarones, en la alcaldía Azcapotzalco, cuando antes únicamente invertía dos horas en su viaje redondo.

La usuaria de 45 años de edad detalla que el secreto a voces entre las personas que usaban la línea dorada de manera recurrente era “no se vayan en el último vagón” debido al miedo que existía de que en cualquiera de las curvas se fuera a descarrilar pues se escuchaba un ruido fuerte del desgaste de las ruedas contra los rieles.

Ella, Medrano, recuerda que apenas dos años después de que se diera el banderazo de salida inaugural a la línea 12, justo antes de que se iniciara el mantenimiento en las 11 estaciones que comprende el tramo elevado y que lo dejó inhabilitado por un largo periodo de 20 meses, uno de sus tíos que viajaba hacia Tláhuac, cuando se encontraba entre las estaciones Nopalera y Zapotitlán, en la curva, el tren se descarriló y se cruzó hacia las vías del sentido contrario. “Bendito sea Dios que no venía ningún tren en el sentido contrario”, se dice agradecida.

Al recordar el día del colapso, María del Pilar relata a La Hoguera que ella había pasado más temprano por la zona cero, pues acostumbraba a llegar alrededor de las 5:00 de la tarde, pero al momento en que se desplomó la estructura junto con los dos vagones, se sintió que la tierra se cimbró, “como se hubiera explotado un tanque de gas estacionario”, dijo la usuaria que viven a escaso kilómetro y medio de la estación Olivos.

“Tuvimos suerte de que no nos pasara nada”, afirma, al tiempo de señalar que aún le queda temor de volver a abordar el Metro una vez que lo pongan en funcionamiento las autoridades, pues aunque la administración central afirma se está reforzando, “no se ve que le estén haciendo nada”, dice quien todos los días pasa por toda la avenida Tláhuac para usar el Metrobús para que ofrecen como alternativa a la falta de la línea 12.

“Lo usaré por necesidad, pero yo no veo que le hagan nada, solo puros parchecitos, parece que le están poniendo curitas. Veo que le raspan un poquito, como un metro para echarle cemento, pero eso se levanta con la tierra. No tiene apoyo. Yo imaginaba que le iban a poner unas placas de acero para reforzar o que le iban a poner otra columna entre las columnas que ya tiene, no sé cómo le vayan a hacer, que mejor es que lo pongan a raz de tierra”, propone.

María del Pilar detalla que además del “viacrucis” que tiene que padecer a diario desde que ocurrió el accidente ahora tiene que invertir 40 pesos adicionales para completar su viaje de ida y vuelta al trabajo, pues debe pagar alrededor de 50 pesos cuando antes únicamente invertía 10, además de que ahora tiene que exponerse a la inseguridad, a la posibilidad de ser víctima de un robo a mano armada en los microbuses.

“La caída de la Línea 12 vino a complicarme mi traslado, el gasto en pasaje y que nunca voy a recuperar el tiempo de sueño que no estoy durmiendo. Eso nunca lo voy a recuperar. Pasó más tiempo en la calle, en el transporte que en mi casa”, lamenta.