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A 95 años del nacimiento de la poeta e indigenista Rosario Castellanos

A 95 años del nacimiento de la poeta e indigenista Rosario Castellanos

Entornos lunes 25 de mayo de 2020 -

Conocida por obras como Balún Canán, Ciudad Real o el Eterno femenino, la escritora y diplomática chiapaneca se convirtió en un símbolo de la lucha feminista y la reivindicación indigenista, ambos temas los dos grandes ejes de su literatura.


Por Martha Rojas martha.rojas@contrareplica.mx

“Cuando llegué a casa busqué un lápiz. Y con mi letra inhábil, torpe, fui escribiendo el nombre de Mario. Mario, en los ladrillos del jardín, Mario en las paredes del corredor. Mario en las páginas de mis cuadernos. Porque Mario está lejos. Y yo quisiera pedirle perdón”.

Para Rosario Castellanos, Mario era Benjamín, el hermano muerto que la hizo desear haber nacido hombre; la causa de que años más tarde adoptara el feminismo y el indigenismo no como una forma de entender el mundo sino de estar en él. Mario era ese pesar que a lo largo de las 286 páginas que constituyen Balún Canán revela las preocupaciones de una mujer chiapaneca con aspiraciones intelectuales; de una niña que, al cobijo de su nana tzetzal, había aprehendido el mundo desde lo Otro, sumiéndose en una campaña de reivindicación social, que la hizo ceder a las comunidades --a la muerte de su padre-- las tierras que este le había heredado en los Altos. Un acto de justicia alentado por la reforma agraria.

Publicada en 1957, Balún Canán, primera novela de la también diplomática, revela la vida, en parte biográfica, de una escritora marcada por el desprecio paternal al haber nacido mujer y el cobijo de un mundo gobernado por el viento. Tras su nacimiento, sus padres --siguiendo las tradiciones costumbristas de los terratenientes--, designaron a una niña indígena para que se hiciera cargo de Rosario cuando los juguetes monótonos e infinitos le aburrían. Desde ese momento hasta su enlace con el también filósofo, Ricardo Guerra, Rosario estuvo acompañada por María Escandón, una mujer de origen tzotzil a quien su extravagante matrimonio con un hombre “que de vez en cuando le contestaba las cartas”, la había dejado en la orfandad segura de haber cumplido con su destino.

Para Rosario, el encuentro con Ricardo había sido hasta entonces el más aparatoso y el más sincero de los amores. Con 33 años, contrajo nupcias con quien alguna vez fue su profesor. Tras dos abortos, en 1961, se hizo madre de Gabriel Guerra Castellanos. Luego vino la partida de Mari, a quien liquidó como “la tradición manda”, la traición y un eventual divorcio al que dedicaría largas epístolas, transmutando la redención en literatura.

Muchos años después de que la periodista Trudy Blom cuestionara su poco interés en alfabetizar a María, apareció el libro de cuentos llamado Ciudad Real, que retomaba el antiguo nombre de San Cristóbal de las Casas y en el que la chiapaneca daba cuenta de las amargas contradicciones de las que están hechas los hombres.

Contradicciones que en un mundo ahogado por la miseria y olvidado por Dios determinan la frontera de la supervivencia. En Ciudad Real retoma el universo indígena de Balún Canán, pero esta vez dotado de esa feroz realidad que hace que un hombre borracho golpee a su mujer y luego esta salga a comprar comida. La mítica de lo real. La conciencia del mestizaje y la importancia de la liberación.

“Algunos medios decían que Rosario Castellanos había muerto en la sede de la embajada; otros que en su casa ubicada en Herzila, población contigua a Tel Aviv. Había sido el chofer quien la separó de esa famosa lámpara metálica que le dio la descarga mortal. Aún con vida, fue enviada a un hospital, pero murió en el trayecto a bordo de la ambulancia” un 7 de agosto de 1974.

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ER/CR

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