AFP
Los miles de festivales que se celebran cada verano en Francia se preparan para una nueva temporada bajo una "espada de Damocles": una normativa sobre el ruido considerada por unanimidad inaplicable y que el gobierno acaba de aceptar revisar.
"Estamos en una situación totalmente absurda porque todos los eventos al aire libre en Francia, no solo los festivales, no pueden actualmente cumplir con la normativa", declaró a la AFP Malika Séguineau, directora general de Ekhoscènes, el principal sindicato del espectáculo privado en vivo.
El estándar altamente técnico contra el cual luchan los festivales proviene de un decreto de 2017 que impone, bajo pena de sanciones, una serie de obligaciones destinadas a reforzar la protección de los espectadores y residentes locales contra la contaminación acústica.
Según este texto, completado por un decreto en 2023, los festivales están obligados a limitar su "emisión global" a 3 decibelios (dB), es decir la diferencia entre el ruido generado por sus actividades y el ruido "residual" o habitual de su lugar, que puede ser un campo al aire libre.
«Como el nivel residual es extremadamente bajo, superamos rápidamente esos 3 dB. Actualmente no tenemos solución», señala Angélique Duchemin, presidenta de la asociación AGI-SON, que trabaja para conciliar la música amplificada y la salud pública.
Según los profesionales, esta disposición tampoco es adecuada para festivales al aire libre, en los que la propagación del sonido está sujeta a riesgos (dirección del viento, impacto en el nivel de asistencia, etc.) que no se experimentan en espacios cerrados.
"Este nivel es incalculable y absolutamente insostenible", declaró a la AFP Béatrice Desgranges, directora del festival Marsatac, que reúne cada año a numerosos artistas de las escenas hip hop y electrónica en el corazón de Marsella (sur).
Para seguir sobreviviendo, los propietarios de festivales como ella no tienen otra opción que romper esta regla, bajo el riesgo de recibir una multa o incluso una suspensión administrativa en caso de inspección.
«Como profesionales, operar en un marco que nos sitúa al margen de la ley no es cómodo, pero no lo es menos para las autoridades, que tienen dificultades para aplicar los controles», continúa la Sra. Desgranges, refiriéndose a una «espada de Damocles».
- Batalla -
La batalla de los festivales al aire libre, que se libra desde hace años, empieza sin embargo a dar sus frutos.
El martes, el gobierno afirmó estar "consciente" de sus "dificultades" y anunció la creación de un grupo de trabajo encargado de identificar soluciones alternativas para limitar las "emisiones de ruido" antes de finales de noviembre.
"La reglamentación podrá evolucionar hacia disposiciones técnicamente más fácilmente aplicables", indica un comunicado de prensa de tres ministerios (Cultura, Salud y Transición Ecológica).
En abril, durante el festival Printemps de Bourges, en el centro de Francia, la ministra de Cultura, Rachida Dati, fue más firme y esbozó la perspectiva de "una flexibilización de las regulaciones, en particular en lo que respecta a los niveles de emergencia".
El proyecto promete ser difícil y costoso para eventos que ya son económicamente frágiles.
Pero podrá aprovechar el trabajo de varios festivales, entre ellos Marsatac, que desde 2022 realiza experimentos sobre la "directividad" del sonido, formando técnicos y sensibilizando a los artistas.
"El reto es poder mantener los eventos al aire libre en las ciudades, que son el corazón de la cohesión social", señala el director del festival.
Este debate resuena con especial fuerza en Clisson, al oeste, donde cada junio se celebra Hellfest, uno de los festivales de metal más grandes del mundo.
"Tener este festival es una bendición, pero está claro que para los habitantes son cuatro días de infierno", declaró a la AFP el alcalde Laurence Luneau, añadiendo que el decreto de 2017 tuvo al menos el mérito de cambiar la mentalidad de la gente.
"Los organizadores pensaron mucho en tapones para los oídos para los asistentes al festival, pero los lugareños quedaron un poco olvidados", dice.
A la espera de una nueva reglamentación, el sindicato Ekhoscènes pide que se "proteja" la temporada de festivales de 2025.
"Hoy estamos satisfechos porque volvemos a reunirnos, pero atención: la normativa sigue vigente y, por lo tanto, existe un riesgo para los festivales", declaró Malika Séguineau, pidiendo "flexibilidad" en los controles.
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