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HISTORIAS EN EL METRO: MUJERES

HISTORIAS EN EL METRO: MUJERES

Entornos domingo 13 de marzo de 2022 -

Por Ricardo Burgos Orozco

Ahora que se festejó el Día Internacional de la Mujer, recordé algunas de las mujeres con quienes he platicado en diferentes estaciones del Metro desde junio de 2019, Son mujeres trabajadoras, que se esfuerzan todos los días para conseguir sacar adelante a su familia, a sus hijos; todas ellas gente humilde.

A la mayoría ya no la he vuelto a encontrar, a otras las vi una segunda ocasión, pero de todas guardo un excelente recuerdo por lo que me contaron de ellas mismas y de sus familias.

A Rosita la encontré en la estación Chapultepec un diciembre frío. De unos 70 años de edad, muy chaparrita, cobijada con un rebozo desgastado por el tiempo, una sudadera y un pants, también algo viejos, Se estaba congelando en una de las entradas, pero no se movía y cantaba desentonada una melodía que me recordaba mi infancia porque mi mamá nos la cantaba: Paloma de dónde vienes/vengo de San Juan del Río/ Cobíjame con tus alas/Porque me muero de frío.

Es de un pueblo llamado Yucuquimi de Ocampo, Oaxaca; dejó a sus ocho hijos allá, no tiene marido; vive en un cuarto que renta en la calle de Moneda, en el centro de la Ciudad de México. La volví a ver en División del Norte unos días después y ya no la he vuelto a encontrar. Tal vez se regresó a su pueblo.

Otra ocasión, me encontré en Bellas Artes a Juliana, una muchacha de 32 años, de Huajuapan de León, Oaxaca. Venía con sus dos hijos de 5 y 3 años de edad; pedía dinero en una de las entradas cuando un vigilante le pidió que saliera. En su pueblo se dedicaba al hogar, pero el 17 de septiembre de 2017 le cambió la vida cuando su esposo falleció de un infarto por la impresión del sismo de aquel día.

Juliana tuvo que buscar ingresos como pudo; llegó a la capital sin dinero, se dedicó a vender productos Herbalife y le iba muy bien con ingresos de hasta mil pesos diarios, pero llegó la pandemia y todo se le complicó. Por eso pide limosna en las entradas de las estaciones del Metro. Me platicaba que tenía la esperanza de que pronto se acabara la emergencia sanitaria para volver a comercializar sus productos como antes. También tomó cursos de estrategia de ventas y habla con mucho entusiasmo de lo que estaba aprendiendo. No la he vuelto a encontrar.

Unos días antes del 2 de febrero, Día de la Candelaria, se subió en Balderas una señora muy humilde que cargaba varios manojos de hojas de maíz y un paquete de vasos de unicel. Comenzamos la charlar; venía de La Merced, va muy seguido y más en temporada de tamales porque ella vende desde hace 27 años afuera de su casa en Cerro del Judío. Su recorrido es largo desde donde compra sus productos: La Merced, transborda en Balderas, llega a Copilco y ahí toma una pesera hacia su colonia.

Me contó que antes le ayudaban sus hijos, pero se casaron y ahora el negocio lo lleva ella sola. Comentó que el Día de la Candelaria vende unos 200 tamales a 12 pesos cada uno. Aunque dice que apenas le sale, no sabe dedicarse a otra cosa. Jamás me la he vuelto a encontrar.

Josefina es una mujer a quien conocí hace unas semanas en Mixcoac. Estaba en el andén cuando pasó junto a mi y me invitó a bailar de broma porque se escuchaba en el monitor música de cumbia de un grupo desconocido. Con 69 años de edad dice que es muy alegre y bailadora. No se pierde una fiesta a la que la invitan. Es jubilada desde hace nueve años de una empresa de hilados y tejidos y ahora se dedica a la limpieza de casas en diferentes sitios de la ciudad; no le va mal; se divorcio hace siete años de su marido “porque ya no lo aguantaba”, me platicó riendo.

A Rosario la conocí subiendo pesadamente las escaleras en Centro Médico. Trabaja en intendencia del Metro, aunque es una mujer discapacitada; camina pesadamente ayudada por un bastón a quien llama Esperanza y le dice ¡Esperanza, no me falles! Comentó que una persona se lo regaló y desde entonces no se separa de él. Hace diez años su exmarido borracho le dio una golpiza que le provocó dos hernias discales, pero nunca se ha dado por vencida.

Conocer a estas mujeres es un privilegio. Son ejemplo de mexicanas que se esfuerzan y desean salir adelante.


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OR/CR

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