Mexicolectivo, la oligarquía nacional y el momento maquiavélico-althusseriano

Siguen las definiciones fundamentales. Mientras el presidente López Obrador y la 4T declaran este 2023 como el año de Francisco Villa, reafirmando así la naturaleza histórica medular del movimiento, la oligarquía nacional carente de un liderazgo político visible y de proyecto histórico que no sea estar en contra de AMLO –que es lo que yo he definido como oposición pasiva–, y carente también de imaginación política –acaso su ideología podría conceptuarse como la ideología “chiqui-bum a la bim bom ba”, que es lo que define intelectualmente al ranchero y cretino consumado de Vicente Fox y su grupo compacto (yo sigo sin superar el hecho de que este descerebrado nos haya gobernado), a los que no les da más que para echar porras a México y gritar “Vamos México” o “Va por México” con la más rudimentaria, vacía y cursi mentalidad empresarial-motivacional–; la oligarquía nacional, decimos, vuelve a la carga con otro lanzamiento político para intentar organizarse y organizar a la sociedad.

En efecto, veteranos del antiguo régimen en retiro y otros desafortunadamente todavía en activo; gangsters del antiguo régimen disfrazados de académicos o de funcionarios universitarios en el peor de los casos, o de plano sin disfraz en el mejor; fracasados políticos de toda la vida y resentidos también, por tanto, de toda la vida; alguno que otro académico más o menos respetable pero tibio, confundido y cobardón; hípsters y jóvenes bienintencionados aunque llenos de desprecio de clase; empresarios veteranos clasistas, amargados y odiadores por vocación y convicción; jóvenes empresarios wannabe “me dueles México” y políticos wannabe “ya tengo por fin mi departamento en Miami, que es lo que siempre soñé tener”, se reunieron esta semana convocados por un perfecto desconocido y uno de esos veteranos del antiguo régimen en algún foro de la ciudad de México con escenario TED Talk para venir a decir lo que desde hace años o décadas se viene repitiendo y repitiendo sin ninguna novedad o innovación ideológica o intelectual sobre la necesidad de, y cito su Twitter, “pensar, a partir de nuestras diferencias, en una nueva visión de futuro para el país”.

Con esta convocatoria llena de tibieza y mediocridad intelectual, se preparó un documento de 50 páginas más o menos que no hemos podido encontrar en ningún lado, organizado –según las notas encontradas al respecto– en siete capítulos: 1. México en Paz y con Desarrollo; 2. Paz, Concordia y Democracia; 3. Igualdad y Calidad de Vida; 4. Pobreza y Desigualdad; 5. Prosperidad; 6. Marginación y Discriminación; y 7. Globalización y Medio Ambiente.

Sin que haya podido leer el documento todavía, puedo apostar a que en ningún lado se hace mención de que la estructura de distribución de la riqueza en México es de las más desiguales del planeta como lo indica el más reciente informe de OXFAM, y que los multimillonarios mexicanos lo son cada vez más y cada vez más es cada vez menos lo que pagan de impuestos. Y si no hacen mención de eso, camuflando todo con la retórica de la diversidad, la pluralidad y la necesidad de acabar con la polarización (obviando que la polarización está dada por esa desigualdad obscena y vergonzosa, que hace de México un paraíso fiscal en toda regla sin que se considere como tal), es porque su función es ocultar esa estructura oligárquica, precisamente.

“Estamos viviendo un momento de definiciones, y esta ancheta está muy angosta. No hay para dónde hacerse. Es estar con el pueblo o con la oligarquía. No hay más. No hay justo medio”, afirmó al respecto el presidente López Obrador. Esa es la disyuntiva que, según Louis Althusser, planteó ni más ni menos que Maquiavelo al redactar su texto clásico y canónico de El Príncipe, razón por la cual podemos decir que estamos, al igual que en 2018, en un mismo momento maquiavélico-althusseriano.