Por Jacqueline Ramos
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Todo transcurre en aparente calma en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde apenas unas cuantas personas mantienen cerradas las instalaciones, aún a riesgo de que se puede perder el semestre.
En las afueras de sus instalaciones, la vendimia de comida, libros, dulces, ropa y chácharas está en marcha, aunque apagada.
Ante nuestra presencia, un joven empuja la pesada lona que tapa las rejas de la entrada a la Facultad. Se le pregunta por las alumnas que están en la protesta y llega una jovencita morena, cabello castaño, seguida de una mujer blanca, cabello güero. Nada, ni una palabra sale de sus labios porque “no podemos representar a todo el movimiento; todo lo tenemos que llevar a las bases para que se consense”.
Fueron cuestionadas sobre el llamado del rector Enrique Graue a terminar el paro y la advertencia sobre el inminente riesgo de que se pierda el semestre.
De última hora, Ricardo Alberto García Arteaga renuncia al cargo de secretario general de la propia Facultad de Filosofía y Letras, como una muestra de su voluntad de no ser un impedimento para la finalización del paro de actividades y pide que, de ser el caso, se realicen las investigaciones y procedimientos conducentes sobre sus acciones, de acuerdo con la legislación universitaria.
Tampoco hay respuesta para esto a pesar de que es una de las demandas escritas en cartulinas pegadas en las rejas de entrada de la Facultad de Filosofía y Letras.
“El rector dice que ha cumplido con sus demandas”, se les dice. “No podemos decir nada. Cuando hablamos lo hacemos después de haberlo discutido todas y ahorita no es el caso”.
—¿Pudieran levantar pronto o no el paro?, se les insiste. “Ese es el tipo de cosas que todo el mundo quiere saber y que justo nosotros no podemos responder”.
Las respuestas, una y otra vez, “por medio de nuestras redes: Mujeres Organizadas FFyL. Lo que se publica lo decidimos entre todas y no puede hablar una o dos personas por todas las chicas que están aquí adentro y que participan en todo esto”.
Pero el lugar se antoja vacío, silencioso, desierto, a no ser por una mujer que sentada fuma un cigarrillo, y el joven que las mandó llamar.
—¿Se cumplieron las demandas?, otra vez se les inquiere a las paristas. “Nosotros tenemos demandas. Ellos dicen que las cumplen. Nosotros tenemos demandas”.