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“Si no salimos, no comemos”

“Si no salimos, no comemos”

Nación viernes 03 de abril de 2020 -

Por Claudia Bolaños
nacion@contrareplica.mx
Lucia Rosas, de 75 años, acude a la Central de Abasto a comprar las flores que venderá más tarde, caminando por las calles, buscando su sustento día a día.
Sin apoyo de la Pensión Universal para Adultos Mayores, dice que no puede quedarse en su casa por la pandemia.
“No nos mantienen y vamos a estar ahí —sin trabajar— ¿Quién nos va a dar de comer?”.
Ella como muchos otros comerciantes, coinciden en que no pueden dejar de laborar porque eso les significaría no comer; por eso se enfrentan a la pandemia del coronavirus Covid-19, altamente contagioso.
“No le tengo miedo, ese fin es el de todos, así podamos estar en la casa. Si no salimos no comemos”, dice al tiempo que acomoda sus flores en los botes en los que las lleva. A 25 pesos el ramito.
Por las noches dos jóvenes padres de familia, Luis y José, caminan cada uno por su lado, empujando sus carritos, cuyos sonidos son una tentación para salir del aislamiento social.
El sonido del carrito silbón a base de leña para asar los camotes y plátanos, y el de “Tamales de pollo, de mole, de carne de puerco…” aún logran que varios salgan a comprarles.
Ambos padres de familia dicen que van al día y se juegan la salud en busca del dinero que deberán llevar para el sostén a su casa.
De las cuatro a las 10 de la noche, todos los días Luis sale a vender sus postres, dice que le ha ido bien, que el encierro de las personas ha servido para que quieran comer más.
“No puedo quedarme encerrado porque necesitamos comer, y la gente ocupa de comer, y si yo me quedo en la casa no puedo darle de comer a mi familia, a mi esposa y mis dos hijos”, señala.
De 31 años de edad, no confía en las autoridades, no espera nada de ellas, “más bien pienso que son las que más nos chingan”.
Desde hace un año José vende tamales en dos turnos, en la mañana y en la noche.
“Yo no podría permanecer encerrado, nosotros vamos al día, vamos sacando lo que vamos consumiendo, no ganamos muchos y para quedarnos en casa no hay quien nos apoye. De quedarnos en casa no vamos a comer nada, nosotros prácticamente no podemos quedarnos en casa”, menciona.
El señor Ernesto Hernández vende carnitas. Sigue sacando su puesto diariamente, aunque ahora tiene la mitad de los clientes que antes, porque “la gente está espantada”. Al contrario, él no cree en la pandemia, piensa que es “un invento de todos los gobiernos, para fines económicos”.
De su puesto dependen cinco personas, “y si no me pagan para quedarme en mi casa, ¿Cómo le podríamos hacer? Yo voy al día”.
De mercado en mercado, en tianguis y fondas, David, quien toca música andina, sigue sacando sus 300 pesos diarios, pues dice que la gente es muy solidaria.


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/CR

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