Cada 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres, una fecha instaurada oficialmente por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1999. Sin embargo, en América Latina, su reconocimiento se remonta a 1981, cuando diversos países de la región comenzaron a visibilizar la urgencia de combatir esta problemática que afecta a millones de mujeres y niñas.
El origen histórico de esta fecha se encuentra en un evento trágico: el asesinato de las hermanas Mirabal, activistas políticas de República Dominicana, ocurrido el 25 de noviembre de 1960. Las hermanas Minerva, Patria y María Teresa fueron víctimas del régimen dictatorial de Rafael Leónidas Trujillo, quien ordenó su ejecución debido a su oposición política. En su memoria, esta fecha se ha convertido en un símbolo de resistencia y lucha por los derechos de las mujeres.
Conocido también como el Día Naranja, esta efeméride adopta este color por su representación de esperanza y su mensaje enfocado en la prevención y erradicación de la violencia de género. En 2008, la ONU reforzó este simbolismo a través de la campaña “ÚNETE”, que insta a gobiernos, instituciones y ciudadanos a actuar de manera constante, no solo cada 25 de noviembre, para combatir esta problemática estructural.
La violencia de género es una de las violaciones a los derechos humanos más persistentes y normalizadas en todo el mundo. Desde la violencia doméstica hasta la trata de personas y los feminicidios, estas agresiones afectan profundamente la vida de millones de mujeres. A pesar de su gravedad, muchas víctimas permanecen en silencio debido al miedo, la vergüenza o la falta de acceso a la justicia, perpetuando así un ciclo de impunidad y sufrimiento.
El Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres no solo honra la memoria de las hermanas Mirabal, sino que busca generar un cambio cultural y político que permita construir sociedades libres de violencia. Esta fecha nos recuerda que erradicar la violencia de género no es un desafío de un solo día, sino una lucha constante que requiere compromiso colectivo.
Cada acción cuenta: denunciar, educar y exigir políticas públicas efectivas son pasos esenciales para construir un mundo más justo y seguro para las mujeres y niñas. La erradicación de la violencia es posible, pero requiere de la participación activa de todos.