Por Martha Rojas
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Nadie sabe lo que ocurrió con Violeta Parma una década atrás, cuando se perdió. Lo único que Violeta sabe es que desea regresar con sus padres y que un monstruo marino (¿mitad pez, mitad humano?) y sus huevecillos pueden hacer realidad su sueño.
Convencida de que debe hacerlo, la niña busca a Herbert Lemon, cuyo hábitat se encuentra en las profundidades de Puerto Encantado. Lemon trabaja en el Grand Nautilus Hotel en el departamento de objetos perdidos y al igual que Violeta entiende lo difícil que puede ser devolver algunas cosas.
De la mano de Santillana, el autor inglés, Thomas Taylor presenta Malamadra una novela infantil y juvenil protagonziada por Violeta y el señor Lemon. Plagada de un delicado sentido del humor, la novela puede ser entendida como una metáfora de la esperanza y la amistad.
A través de personajes fantasiosos, que evocan a los seres antropomorfos propios de la mitología griega, el ilustrador Thomas Taylor —más conocido por haber creado la primera portada de Harry Potter y la piedra filosofal— rescata nociones tan sencillas y luminosas como la complicidad, la amistad y la búsqueda. En el camino a casa, Violeta comprenderá que el significado de la amistad, a veces, obedece a vínculos primarios en los que la piedad por el otro se hace patente.
Quisiera que usted, querido lector meditara un poco acerca de esta historia y de los sucesos que han ensombrecido a nuestra sociedad en las últimas dos semanas.
Fátima, una menor de siete años, fue robada y asesinada. Ella y los otros seis niños, que desaparecen a diario, en nuestro país no sólo tienen el derecho a soñar, tienen el derecho a tener un cómplice de aventuras en el tortuoso andar de este mundo, quizá nuestra obligación sea sólo serlo. Ellos no son Violeta y nosotros no somos un pescado, pero compartimos con el pez, la obligación de ayudarles a encontrar el camino de la fantasía, el amor y la amistad. Porqué “en este mundo terrible, somos los vínculos que construimos”.