El concepto de movilidad social, es un concepto que lo escuché y lo leí muchas veces, cuando era estudiante y empezaba a ponerle más atención a los discursos que los políticos decían, estoy hablando de finales de la década de los 80, en la que yo estaba ingresando a la Escuela Nacional Preparatoria de la UNAM, y escucharlo implicaba que yo podía cambiar alcanzar un bienestar social, económico, profesional, si me esforzaba, si trabajaba, si estudiaba.
Recuerdo bien como un gran porcentaje de mis compañeras y compañeros de escuela, veíamos a la educación como, sin las becas que hoy hay, el mejor camino para lograr nuestras metas, nuestros sueños. Idea que nos la habían transmitidos nuestras madres y padres, esperando que nos forjaramos una vida muy diferente a la que ellos se habían construído, muchas veces por la falta de oportunidades, principalmente educativas, que vivieron y que sabían complicaba más su desarrollo y bienestar.
Esta idea, según un estudio realizado por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), ha cambiado mucho, porque han detectado que entre 2016 y 2022, se redujo el porcentaje, casi un 4%, de jóvenes entre 18 y 24 años que tiene más años de escolaridad que sus padres.
Esto significa que a pesar de que con los cambios realizados en 2019 al artículo 3ero. de nuestra Costitución Política, que establecen la obligatoriedad del Estado para otorgar educación superior, asimismo el que las autoridades federal y locales establecerán políticas para fomentar la inclusión, permanencia y continuidad en el sistema educativo, menos jóvenes están logrando la movilidad educativa ascendente, registrándose que los jóvenes redujeron su ventaja en años de escolaridad respecto a sus padres de 2.8 a 2.4 entre 2016 y 2022.
Lo anterior resulta preocupante, cuando el gobierno actual ofrece cuatro tipos de becas para estudiantes de niveles básico, medio superior y superior, a fin de apoyar a que los niños y jóvenes en México continúen con sus estudios, aminorando las limitantes económicas y reduciendo las brechas educativas y evitar el abandono escolar.
Tema que también analizó el CEEY para ver si estaban impactando realmente las transferencias monetarias que reciben los hogares por parte del gobierno para la educación y su posible impulso a la movilidad educativa, de lo cual observó que los apoyos económicos según el nivel educativo de los padres cambió de manera dramática a partir de 2020, pues los hogares conformados por padres con menor escolaridad cada vez han recibido menos transferencias en términos relativos.
Por ejemplo, mientras que en 2016 estos hogares recibieron el 34 por ciento de las transferencias educativas, en 2022 sólo recibieron el 18 por ciento, lo que los lleva a plantear que para lograr la movilidad social “deseada”, estos apoyos deben dirigirse a quienes presentan mayores desventajas, lo que, por los datos obtenidos, no ha sido así, a pesar de que el ejecutivo federal ha enfatizado una y otra vez que “Esto no es política, no es teoría, es práctica, es realidad el apoyo de las becas. Nunca se había apoyado con becas a tantos estudiantes en el país como ahora”.
Este informe se da a conocer en el contexto de una escolaridad esperada para la población menor de 29 años de edad que se detuvo en 14.1 años de 2016 a 2018, y que a partir de ese momento descendió hasta llegar a 13.6 años de escolaridad en 2022.
Si los apoyos económicos que reciben los adolescentes y jóvenes no se han reflejado en la eficiencia terminal de sus estudios, la pregunta es ¿qué más se debe hacer por ellos o con ellos?, para que sepan la importante que es concluir ese camino, no solo por “presumir” un título, si no porque “Finalizar los estudios no sirve para destacar, sino para ayudarnos a saber el lugar que queremos ocupar en el mundo”.
Rosalía Zeferino Salgado
Asesora en Comunicación Estratégica
e Imagen Pública