En San Miguel de Allende existe un dulce típico que se ha vuelto icónico en la zona, no sólo por su delicioso sabor sino por la leyenda que lo envuelve, se trata de los tumbagones.
Su nombre proviene del término tumbaga, una especie de frágiles anillos hechos con una aleación de oro y cobre. Esta pieza de joyería se solía entregar a los frailes y sacerdotes para simbolizar su fidelidad hacia Dios. Por tratarse de un anillo frágil, los sacerdotes debían cuidarlo mucho, porque si se rompía significaba su deslealtad a la deidad.
Se dice que estos dulces llegaron a nuestro país en 1542 directo de Francia, cuando el fray Juan de San Miguel y fray Bernardo de Cosín, fundaron San Miguel de Allende.
Los tumbagones están hechos de trigo, naranja agria, anís, canela y el agua en la que se hayan hervido tomates verdes y tequesquites, finalmente se espolvorean con azúcar glass. Como resultado final de esta combinación de ingredientes, tenemos una fina lámina (parecida a una oblea) que se dobla para darle forma de anillo (como las tumbagas de los frailes).
La leyenda cuenta que para comer un tumbagón lo debes poner en tu dedo meñique y morderlo, si este se rompe, eres infiel. Sin embargo, entre los sanmiguelenses se cuenta que no sólo se trata de infidelidad a la pareja, sino también a uno mismo. Además, se dice que el azúcar que se espolvorea y cae cuando es mordido simboliza la pureza que la persona tiene en el corazón.
Este típico dulce lo puedes encontrar en distintas dulcerías de San Miguel de Allende y de Guanajuato capital, pero sin lugar a dudas el más tradicional es La Casa del Tumbagón, ubicado en la zona centro de la ciudad, a unos cuantos pasos de la Parroquia de San Miguel Arcángel. Ahí podrás encontrar desde el tradicional tumbagón, hasta algunas variaciones que han surgido con el tiempo, de sabores como chocolate, fresa, vainilla o cajeta.