Por Oscar Antonio Roa
Un acontecimiento histórico en los Estados Unidos afianzó una amistad entre el entonces presidente de esa nación, Thomas Jefferson, y al científico alemán, Alexander von Humboldt.
Corría el año de 1801, en una granja en el Estado de Nueva York se descubrieron los restos de lo que pareciera ser un mamut, aunque resultó ser algo totalmente distinto, un pariente lejano de dicha especie, se trataba de un mastodonte. Este espécimen causaría tal revuelo en la sociedad contemporánea norteamericana que, comenzó a haber un interés acrecentado en el estudio de animales prehistóricos, como lo fue el semejante a un elefante peludo de dimensiones más grandes.
En principio, como parte de recopilar iconos que ayudarían a forjar una identidad nacional en la reciente República americana, se tenía la idea de haber descubierto un mamut. Ante esto, muchos de los biólogos europeos sostenían la teoría de que las especies que migraron al nuevo continente eran de dimensiones más pequeñas comparadas con las de Europa. Sin embargo, este descubrimiento llamado “El milagro americano” causó conmoción en la mente del joven explorador von Humboldt, quien, para saciar su curiosidad, enviaría una carta inmediatamente a Jefferson, entonces alimentando su conocimiento sobre estos mamíferos prehistóricos, bajo el argumento de tener cierta experiencia en el tema.
Esta carta forjaría una entrañable amistad entre ambos personajes; además, la participación de Humboldt ayudaría a los estadounidenses a forjar una nueva identidad nacional, al mismo tiempo en que se postularían nuevos mecanismos para generar cultura, arte y ciencia, dando pie a una época de esplendor cultural en los Estados Unidos.
Actualmente, el ejemplar que estuvo fuera de el país norteamericano durante más de 170 años, tenía una exhibición programada en el “Smithsonian American Art Museum”, pero la creciente situación relacionada con el coronavirus evitó la realización de este evento.
Imagen: Redes