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El nuevo ritual para comer churros

El nuevo ritual para comer churros

Ciudades viernes 31 de julio de 2020 -

Por Martha Cotoret
martha.cotoret@contrareplica.mx
La churrería El Moro es una de las más populares de la Ciudad de México. En 1933 desde un pueblo llamado Elizondo, en el valle del Baztán, España, emigró Francisco Iriarte hacia esta urbe, quien al llegar al país y notar que no vendían churros, decidió instalar un carrito para venderlos en el Zócalo y así traer un poco de su cultura con él y presentar este producto a los mexicanos.
“Poco a poco los churros se popularizaron en la Ciudad de México y fue tanta la aceptación, que con mucho esfuerzo se logró adquirir el local del número 42 en la previamente llamada Avenida San Juan Letrán, hoy Eje Central, en pleno centro de la capital mexicana, abriendo sus puertas en el año de 1935 durante la Época de Oro de México, recibiendo desde personajes y figuras nacionales y mundiales, hasta todo tipo de familias capitalinas, convirtiéndose así en parte de la rutina de la ciudad”, narra la churrería en su página web.
Ahora, 85 años después, se enfrenta a uno de los mayores retos de su historia: sobrevivir a la pandemia. En la sucursal de Álvaro Obregón, en el que antes cabían al menos 30 personas ahora sólo pueden comer en el lugar hasta 12.
“Hay que cuidar la sana distancia”, repiten como si se tratara de un mantra los trabajadores de la churrería, quienes además de usar el típico delantal, reciben a los clientes con cubrebocas, guantes y mascarillas.
La visita a El Moro se ha convertido en todo un ritual. Hay que formarse a un metro de distancia entre cada persona. Cuando llega tu turno, uno de los churreros pide a las personas permiso para medir su temperatura, checa que lleven mascarillas y hasta le ofrecen gel.
Luego, los clientes pasan por una especie de estaciones para pedir su orden: la primera de espera, la segunda para pagar y una tercera para recoger el pedido. “Que pase sólo una persona por favor”, dice amablemente uno de los trabajadores a las decenas de personas que diariamente llegan al comercio.
La idea de compartir en familia o entre amigos ya no es el eje central de visitar esta popular churrería. Ganó el envío a domicilio y la compra en el comercio para comer en casa, pues como el resto de los restaurantes que abrieron el pasado 1 de julio bajo protocolo Covid: con un aforo de 30 por ciento.
El Moro, como el resto de comercio de alimentos, pasa por la inspección de las autoridades capitalinas que vigilan el cumplimiento de las normas de sanidad. “Cumplimos y de más”, coinciden los trabajadores.


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JG/CR

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