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Fonseca, un esteta de la violencia

Fonseca, un esteta de la violencia

Entornos jueves 16 de abril de 2020 -

Por Itzuri Flores
entornos@contrareplica.mx
Éramos unos jóvenes que se escondían detrás de los salones para beber, fumarse un porro y hablar de nuestras últimas lecturas, durante todo un año esas pláticas tenían el nombre de Rubem Fonseca: erotismo, burla, violencia, falocentrismo y la interminable crítica hacia lo políticamente correcto.
Fonseca se volvió un escritor a sus 38 años y en sus textos siempre demostró aquello que alguna vez dijo: “los escritores no pueden discriminar palabras” y así, brutal, fue toda su literatura, llena de palabras que transmitían no sólo un Brasil violento de los años 70, sino un país lleno de un deseo interminable en medio de carnavales policiacos.
Esas tardes de jueves, mis amigos y yo no nos divertíamos solamente hablando sobre las referencias que encontrábamos en los cuentos y novelas de Fonseca. Había algo podrido dentro de nosotros, que nos llevaba a fascinarnos, a acobardarnos ante una hoja en blanco. En esos días descubríamos todo lo que más tarde nos separaría, nos llevaría a odiarnos y a caminar por lugares tan distintos y lejanos, Rubem Fonseca nos había mostrado las palabras envueltas y transmutadas en esa violencia que no está permitida.
Fonseca nos sumerge en las drogas, no nos salva, nos deja ahí y al mismo tiempo nos lleva a ese erotismo, que nos recorre y se escurre entre nuestros cuerpos, en medio de una ciudad, de un mundo, en una cuarentena que se funde con la hipocresía de nuestras sonrisas con grandes dientes blancos, alineados y cuidados, esas sonrisas en las que se demuestra que no queremos cambiar el mundo, sino sacar provecho de él.
Rubem nos conoce bien, nos llevaba observando 94 años, ya nos había mostrado “la Mágnum con silenciador, un Colt cobra 38, dos navajas, una carabina 12, un Taurus 38, un puñal y un machete”; ya nos había dicho que debemos de dejar de perder el tiempo en nuestros sueños. Estaba seguro de que todos pertenecemos al club del cobrador.
Buffo & Spallanzani (1986), la novela quizás en la que Rubem talla, cual Miguel Ángel, la estética de la violencia, y en la que una vez más vemos claras referencias desde el título, con el que nos recuerda al científico que realizó extraños experimentos a sapos de la especie Bufo, seguido por el nombre de su protagonista, Gustavo Flávio, haciendo honor a Gustave Flaubert. Buffo & Spallanzani, es decir, Fonseca, nos recuerda que a la muerte vida y a la vida muerte. Nos asegura que en algún momento llegará el día en el que nos peguemos un tiro, y entonces nos volveremos cobradores, porque somos hijos de Rulfo, pero también somos hijos de Fonseca.


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/CR

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