Zonas completas de la capital mexicana podrían volverse inhabitables en menos de una década debido al hundimiento acelerado del terreno y la creciente escasez de agua, advirtieron este martes geólogos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Ante este panorama, los especialistas plantean la posibilidad de desplazamientos forzados si no se implementan medidas de adaptación urgentes.
El fenómeno, conocido como subsidencia, se ha intensificado en los últimos años con una velocidad alarmante. En algunas zonas, como la alcaldía Iztapalapa, el suelo se hunde hasta 40 centímetros anualmente, lo que complica tanto el acceso al agua como la capacidad del drenaje para resistir las lluvias estacionales. Esta situación se repite en buena parte del territorio capitalino, especialmente en colonias construidas sobre el antiguo lago de Tenochtitlan.
Según los expertos, la sobreexplotación de los mantos acuíferos, el peso de la infraestructura urbana y la falta de zonas verdes han provocado una compactación del subsuelo que ya no puede revertirse. “Este es el punto de no retorno”, afirmó la geóloga Wendy Morales, quien explicó que sin una intervención estructural, muchas personas deberán abandonar la ciudad en un plazo no mayor a seis años.
Además, la desigual distribución del agua refleja una profunda brecha social. Mientras las zonas con construcciones de lujo aseguran su abasto hídrico mediante pagos elevados, las comunidades más vulnerables extraen agua de pozos y, paradójicamente, son las más afectadas por la escasez y las inundaciones.
Sergio Rodríguez, también geólogo de la UNAM, ejemplificó la gravedad del hundimiento con el caso del Ángel de la Independencia, monumento al que periódicamente deben añadir escalones por el descenso del terreno que lo sostiene. El especialista calcula que con una tasa de subsidencia promedio de 30 centímetros al año, en solo una década el suelo podría hundirse hasta tres metros.
El panorama se agrava por la expansión urbana sin planeación y el auge inmobiliario en zonas de alto riesgo. De acuerdo con Morales, los desarrolladores continúan edificando megatorres sin considerar la fragilidad del terreno, mientras que las lluvias intensas y los fenómenos climáticos extremos ponen en jaque a las redes de drenaje.
Ante este escenario, los especialistas proponen una estrategia de descentralización: fomentar nuevos polos urbanos bien equipados fuera de la capital que permitan redistribuir la población, el empleo y los servicios. “Es urgente comenzar a planificar ciudades alternas con infraestructura adecuada”, sostuvo Rodríguez.
El reto, concluyen, no solo será técnico sino también social, pues se requerirá la participación activa de las autoridades y de la ciudadanía para hacer frente a una crisis que, aseguran, ya no es del futuro, sino del presente.