Por Óscar Antonio Roa
Se conmemora el 60° aniversario luctuoso de un orgullo mexicano, el académico, dramaturgo, abogado y diplomático Julio Jiménez López.
Este personaje perteneciente al grupo de escritores llamado los Siete Autores, trascendió a la historia no solo por sus aportes literarios, también por su destacada contribución en diferentes ámbitos de la diplomacia mexicana, así como en la materia académica, esta última llevada a cabo en su alma máter, la Universidad Nacional Autónoma de México.
Iniciando por sus actividades diplomáticas, el recién egresado de la Facultad de Derecho de la UNAM, desempeñaría distintos cargos en la parte sur del continente, estableciéndose primero en la ciudad uruguaya de Montevideo y, posteriormente, en la capital argentina de Buenos Aires. Seguiría desempeñándose en el gobierno mexicano, tras su regreso de los países del Río de la Plata, como director del Archivo General de la Nación, así como presidente del Centro Mexicano de Escritores. Todo esto mientras escribía piezas literarias como: Tempestad en las costumbres, La silueta de humo, Lo que ella no pudo prever, Resúmenes de la literatura mexicana, entre muchas otras.
Tanto su obra como su trabajo cambiarían al recibir su doctorado en Filosofía y Literatura en el año de 1935, su giro se enfocaría más al trabajo académico, donde fungió como miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y de la de Historia, director de la Facultad de Filosofía y Letras y el primer director de la Revista de la Universidad de México. Durante este período redactaría: Letras de la Nueva España; Juan Ruíz de Alarcón y su tiempo; Novelas coloniales; Historia de la cultura en México, el mundo prehispánico; Santa Teresa y Sor Juana, un paralelo imposible; por mencionar algunas.
Falleció el 25 de junio de 1960 en la misma urbe en la que nació, en la Ciudad de México, dejando un legado bastante amplio para cada una de las áreas en las que ejerció su vocación.
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