Nunca las segundas partes han sido buenas, pero una segunda parte de Trump en la Casa Blanca no sería solo mala, sino catastrófica, y desgraciadamente esa posibilidad es verosímil. Los resultados de la encuesta publicada el lunes por el New York Times son abrumadores: Donald Trump cuenta con el 54 por ciento de apoyo de los electores republicanos para ser postulado por su partido, muy por delante del gobernador de Florida, Ron DeSantis, (17 por ciento) y del resto de los aspirantes del partido (apenas con un dos y tres por ciento cada uno). Los varios frentes judiciales abiertos en su contra no han mermado la popularidad de Trump, por el contrario, tras las dos primeras imputaciones en su contra ha incrementado su ventaja e incluso hay más de un sondeo donde supera a Joe Biden.
¡Y como no va a tener ventaja abrumadora Trump sobre sus rivales estos son casi todos unos pusilánimes! Hace unos días el expresidente compartió escenario con ellos en Iowa y no paró de insultarlos, en especial al gobernador Ron DeSantis. Ninguno se atrevió a responderle al buleador con un mínimo de dignidad. Todos (salvo el exgobernador Christie) tienen pavor de ofender a la famosa “base republicana”, la cual adora a Trump a pesar (¿o a causa?) de su grotesca incoherencia, su notable de falta de escrúpulos, de su personalidad cada vez más zafia y bufonesca, y a pesar de sus graves líos con la justicia. La semana pasada el fiscal especial Jack Smith emitió una acusación con cargos adicionales contra el presidente en el caso de documentos de Mar-a-Lago por haber ordenado borrar las imágenes de una cámara de vigilancia. También es inminente la presentación de cargos sobre la famosa insurrección del 6 de enero y una acusación en Georgia contra el intento de revertir el resultado de las urnas en ese estado.
Hace un par de semanas salieron a la luz documentos elaborados por algunos expertos de círculos ultraconservadores para un programa de gobierno con ideas como terminar el muro fronterizo, aumentar los aranceles por igual a aliados y competidores, hacer permanentes los recortes de impuestos a los ricos, eliminar la ciudadanía automática para cualquier persona nacida en Estados Unidos, volver a enfriar las relaciones con la OTAN, asegurar el control del Departamento de Justicia y rechazar políticas destinadas a mitigar el cambio climático. Asimismo, se pretende “neutralizar al Estado profundo” con el despido de unos cincuenta mil funcionarios para sustituirlos por “fieles conservadores”. Si los republicanos se hacen con las dos cámaras del Congreso además de ganar la Casa Blanca todos estos planes serán muy factibles y Estados Unidos seguiría a países como Hungría y Polonia por la senda de las llamadas “democracias antiliberales”.