Los nuevos liderazgos femeninos

En su libro Strongmen (lamentablemente aun no traducido al español), la historiadora Ruth Ben Ghiat hace un amplio repaso analítico de los liderazgos autoritarios de Mussolini a Putin y deja al descubierto las estrategias y estilos de los dictadores en su afán de obtener el poder y conservarlo a ultranza. En la lista de los modus operandi está apelar al nacionalismo exacerbado, el discurso de odio, la exaltación de un mítico pasado y ofrecer soluciones fáciles para problemas difíciles, pero también esencial es proyectar la masculinidad como símbolo de fuerza y la figura del líder como una persona decidida, agresiva y poderosa. Bajo esta lógica, las características femeninas tienden a verse como símbolo de debilidad. Incluso un hombre con perfiles considerados “femeninos” puede ser acusado de ser “débil” y “menos capaz para el mando”. Por ejemplo, esta interpretación la intentó propalar Trump en su campaña de ataques contra Joe Biden.

Acopladas a estos estereotipos, muchas mujeres dedicadas a la política caen en la tentación de pretender ser vistas como aptas para puestos de liderazgo enfatizando características masculinas. Se trata del arquetipo de “La Dama de Hierro”, encarnado el siglo pasado por Margaret Thatcher, Golda Meir e Indira Gandhi. Las tres estadistas rechazaron el rótulo feminista e incluso lo consideraron un movimiento “prescindible”. De hecho, su paso a la historia está marcado (entre otras cosas) por desafiar la noción tradicional de las mujeres como poco belicistas “por naturaleza”.

Ciertamente, las mujeres al mando son susceptibles de sufrir campañas de desprestigio por razones de genero, tal como sucedió en pleno siglo XXI con Julia Gillard, ex primera ministra de Australia, a quien el líder de la oposición le reprochaba estar soltera, la acusaba de ser “deliberadamente estéril” por haber optado no tener hijos y le recomendaba “hacerse una mujer honesta de sí misma mediante la maternidad”. Gillard siempre intentó, en la línea de otras mandatarias, simplemente ignorar estos ataques, pero acabó denunciando las actitudes sexistas en un apasionado discurso ante el parlamento el cual dio la vuelta al mundo.

En este “siglo de las mujeres” el género sigue afectando a la capacidad de conseguir puestos de responsabilidad y marca la percepción de la mujer en política, su capacidad de liderazgo y los balances en torno a sus logros y fracasos. Sin embargo, la crisis del coronavirus demostró la urgencia de modificar esta idea de manera radical. En la tarea de combatir la pandemia destaca la estupenda respuesta de varias mujeres gobernantes a lo largo de todo el planeta, y lo hicieron aplicando los rasgos usualmente atribuidos a la femineidad: compasión, honestidad, sensibilidad, empatía y disposición para cuidar de los demás, en agudo contraste con la deplorable torpeza, ineficacia y egoísmo exhibidas por los “hombres fuertes”.