Columnas
En la administración pública y en el mundo empresarial existen algunos personajes que guardan en su ronco pecho miles de historias muy interesantes y a la vez comprometedoras, pues involucran la vida y obra de sus jefes, ellos son los secretarios particulares.
La palabra secretario deriva del latín secretarius que significa secreto y hace referencia a una persona que guarda los secretos, es decir, los temas que son reservados, privados o que no deben ser conocidos por alguien más, además es un profesional que organiza, coordina y apoya a una persona o grupo en las tareas diarias de una oficina o departamento y, por lo tanto, desempeña una función crítica para el éxito de directivos y líderes, por lo cual son una especie de asistente de confianza que lleva una relación cercana y personalísima con su superior.
Aunque su trabajo a veces pasa desapercibido, su presencia es fundamental para el funcionamiento ágil y organizado de cualquier oficina de alto nivel; en esa lógica, los secretarios particulares no son servidores públicos o trabajadores comunes, sino verdaderos caballitos de batalla con la piel muy dura y la cara sonriente, siendo los primeros en llegar a la oficina y los últimos en retirarse para brindar un homenaje de disciplina a quien deben sus lealtades.
Asimismo, actúan como filtro y son guardianes de la información que llega al líder, ayudando a que este no se distraiga y se enfoque en sus prioridades y estrategias, así como en la toma de decisiones.
Desempeñar esta responsabilidad no es nada fácil y a veces es muy ingrata y difícil de entender, pues sin el afán de ofender, son como los perros de rancho, cuando hay fiesta los encierran y cuando hay pelea los echan por delante.
Pero, aun así, los secretarios particulares son los consentidos y protegidos del jefe, el poder tras el trono, los alfiles y los caballos negros, pero a la vez los primeros sacrificables, pues les toca comer sapos y aguantar vara en ese juego de estrategias que solo quien se dedica a la política entiende, ya que les toca ser los malos para que el jefe pueda ser el bueno.
Su poder y responsabilidad es importante, porque deben atender y controlar la agenda para garantizar que se cumplan los compromisos de los eventos, giras, reuniones, visitas oficiales, tertulias, comidas y festejos a los que casi nunca asisten, pues deben encargarse de los asuntos que salgan en la oficina, porque alguien debe estar al pendiente que nada se salga de control.
Los secretarios particulares deben ser atentos, prudentes, serios, discretos, ordenados, eficaces y muy diligentes, pues sin lugar a duda son los responsables de controlar la antesala del poder, sin caer en la tiranía; además, deben estar al día de lo que sucede en el país y en la ciudad, sin soslayar los chismes de la oficina, para poder “pasar corriente” de manera adecuada.
Para los secretarios particulares no existen los días de descanso, ni los horarios, ellos le roban horas al sueño, además nada escapa a sus ojos y nada se mueve sin que lo sepan, siendo los más queridos, pero también los más odiados en el ambiente “godín”; y la experiencia dice que los secretarios particulares, jamás se han llevado bien con los coordinadores de asesores, porque se disputan el cariño y atención del jefe.
Estos singulares personajes manejan los asuntos más importantes y confidenciales, no solo laborales, sino también los personales de sus jefes, por lo cual son confesores, amanuenses, escribanos, paños de lágrimas, coachs de vida, “tapaderas”, organizadores de pedas, niñeros, y hasta a veces surten la lista del super e implementan estrategias para que “la señora” no descubra “al detalle”que frecuentemente se pasea por la oficina para agradecer las flores que cada semana recibe con una sonrisa y agradables modales.
Pero claro, como en todo existen niveles, hay de secretarios a secretarios, desdeaquellos que controlan las secretarías de estado o las gerencias o direcciones generales en la iniciativa privada, hasta quienes laboran en las más humildes oficinas municipales, pero todos tienen un denominador común, son personas de extrema confianza de los titulares, por lo cual no importa mucho el perfil, sino la lealtad que demuestren para cuidar y proteger a su “principal”, y más de uno guarda la esperanza de algún día ocupar el puesto al que ahora sirven, si reciben la bendición del jefazo.
En teoría, debido a las políticas de austeridad, la gran mayoría de los puestos de secretario particular han desaparecido de las nóminas de la administración pública con motivo de las reducciones presupuestales, pero en la realidad siguen existiendo, aunque orgánicamente se denominen de manera distinta; y sí, es verdad, en la mayoría de las ocasiones es un cargo misógino y esto es entendible, pues los secretarios particulares no son simples empleados, sino verdaderos compachas y compañeros y cómplices de mil batallas que se la rifan por su amigo en las buenas y en las malas. Este es un homenaje para ellos.
Finalmente, estoy cierto que ahora las secretarias particulares han cobrado relevancia, pero de ellas hablaremos en otra entrega.
Plancha de quite: “La lealtad no depende de las circunstancias porque es la permanencia de los principios”. Francisco Garzón Céspedes.