Columnas
Trump olvida que buena parte de la población de su país está armada, considera que las expresiones de descontento en las calles significan lo mismo que en otros países. No se trata sólo de una presión social, tampoco del inicio de una revuelta o de proponer mesas de trabajo para una futura negociación, es el preámbulo de una guerra civil.
Para Trump la expresión más radical de inconformidad social fue la toma del Capitolio, cuando se le ocurrió que Joe Biden había cometido fraude electoral. Fue un movimiento organizado, con algunas personas extraídas del manicomio, pero en realidad, inofensivos y sin causa real de descontento. Una expresión social prepagada por la derecha de ese país y manipulada al estilo de la marea rosa de México. Nada de qué preocuparse.
La inconformidad social que está provocando Trump, tiene que ver con el desempleo, la pérdida de prestaciones vitales y los derechos elementales, con la falta de salud, la escasez de alimentos, la hambruna y finalmente tener una vida como la de Venezuela y Cuba, que sus medios convencionales se dedicaron a describir como el infierno.
Esa población está muy cerca de ese infierno que la Casa Blanca se dedicó a exponer en la pantalla de los televisores para alejar a los ciudadanos de la tentación del progresismo, y de pensar en la caducidad de un imperio que nunca existió.
Trump no conoce a la población de su país, menos aún a las mayorías.
La inconformidad social crece en Estados Unidos y la venta de armas también, es un comercio boyante que se nutre del miedo, un miedo que crece y puede estallar en cualquier momento.
La migración empieza a dirigirse hacia México. La frontera tiene tránsito de persona sin documentos de ida y vuelta, pero de aquel lado no hay producción fuerte que atraiga jornaleros, lo cual afectará el ingreso de divisas a México, más que los aranceles.
Las calles son escenarios donde resurgen grupos racistas y antinmigrantes que se habían disuelto y nacen organizaciones de afroamericanos, migrantes y latinos. La polarización que impulsó Trump no la entienden quienes están acostumbrados a combatir en territorio ajeno, sin más ideología que asesinar soldados para apoderare del país invadido y allanarle el camino a los empresarios que hacen negocio sobre la sangre.
Este tipo de expresión callejera puede convertirse en guerra de guerrillas, la cual no entiende Trump, ni los generales. La represión en las calles empieza pero no amedrenta a los inconformes.
Mientras esto sucede a Trump sólo le interesa recuperar dinero a través de aranceles, demostrando que su política no está dirigida al bienestar de la población, --a la cual empieza a sacrificar--, sino al bienestar de una clase social minoritaria, que es el verdadero poder en Estados Unidos.