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Margo Glantz, el viaje de lo real imaginario

Margo Glantz, el viaje de lo real imaginario

Entornos martes 28 de enero de 2020 -

Por Ricardo Sevilla
entornos@contrareplica.mx
A sus 90 años, Margo Glantz (1930) escribe porque cree firmemente que hacerlo es “una manera de negar la decrepitud”. ¿Pero cómo ha logrado conservar intactos sus poderes intelectuales? Hace poco, ella misma ofreció la respuesta: “Creo que mentalmente soy muy joven, físicamente no lo soy, pero sigo vigente, muy vital, porque me dedico a cosas que parece que sólo les interesan a los jóvenes”.
La escritora ⎼que justo hoy festeja su cumpleaños⎼ practica un género que a muchos otros se les resiste: la ficción ensayística. Pero su caso no es notable por el tipo de literatura que cultiva, sino por cómo la ha ido diseminando en sus libros. Y es que mediante unas líneas discursivas que combinan el lirismo con la disertación filosófica ⎼y aun la deliberación psicológica⎼ la académica mexicana ha logrado que toda su literatura alcance un notable equilibrio entre el razonamiento ensayístico y la prosa elegantemente ficcionada.
Margo, que se describe como una autora que recita historias de su propia cosecha, no es la típica intelectual sobrada y aparatosa. También ha sabido cultivar el humorismo. Pero la ironía de Glantz ⎼confeccionada bajo los más altos estándares literarios⎼ no emplea la guasa ni el pastelazo para granjearse al auditorio. A diferencia de otros autores que para arrancar las carcajadas del público le embonan a su literatura un sombrero vistoso y tintineante, la autora de Zona de derrumbe es dueña de una ironía fina y punzante.
Sus obras ⎼en donde cunde la erudición y se reflexiona sobre los tópicos que más la preocupan: la intolerancia, el antisemitismo, la estupidez humana, el erotismo, la música y la propia literatura⎼ jamás caen en el desliz, tan execrable, de atiborrar al lector con apuntes enciclopédicos.
Algunos de sus críticos la señalan como una autora “cerebral”. Pero no lo es. En todo caso, se trata de una escritora que, sin hacerle concesiones al mercado, ha logrado conquistar a su propia cofradía literaria. Lo que sí es cierto es que esos lectores son, a un mismo tiempo, irónicos e inteligentes, cáusticos y exigentes: viajeros que se solazan yendo, en un solo viaje, de lo real a lo imaginario.
Y es que no se necesita hacer un recorrido histórico para saber que hubo un tiempo en donde lo real y lo imaginario se confundían. Y tampoco requerimos del auxilio de los tratadistas literarios para entender que hubo una época en que los nombres suplantaban las cosas que designaban; y una hora también en que las palabras inventadas se asumían al pie de la letra. Un período, dicho de una vez por todas, en donde la metáfora lo significaba todo.
Hubo una hora, incluso, en que lo sagrado ⎼sin dejar de ser sagrado⎼ era objeto de ironía: las burlas más ácidas se combinaban con las religiones y las fábulas bien urdidas no sólo regodeaban al público, sino que lo pasmaban y eran gozadas plenamente. Y sin indigestar al auditorio.
Infelizmente, ese mundo abigarrado ha sido barrido poco a poco por el imperio de las redes sociales. Actualmente, la supremacía de la cibernética allana comunidades, youtubiza la infancia y atrofia sus poderes imaginativos. Y esos argumentos son algunos de los tantos temas que Margo Glantz ⎼una asaz practicante del tuit, a sus noventa años⎼ ha sabido tocar y discernir.



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