Los únicos sorprendidos con los resultados en las elecciones de Coahuila e Hidalgo son los morenistas. Fue una cubetada de agua fría que los regresa a la vieja normalidad y que servirá para abrirles los ojos, hacer a un lado la soberbia y corregir el rumbo para ganar contundentemente el 2021.
Nada está escrito, pero quien tiene la mesa puesta para ganar es Morena. Solo tiene que tomar las decisiones correctas, hacer a un lado las divisiones internas, los agandalles, los apachurrones, las exclusiones y la cerrazón.
Lo que vimos el domingo fue la maquinaria priista haciendo lo que mejor sabe hacer, operar territorialmente con los recursos a su alcance para ganar elecciones. Todo lo que se ha combatido por décadas, afinado, digitalizado y remasterizado.
Miguel Ángel Riquelme, gobernador de Coahuila, le dio oxígeno a su partido. Nos recordó que el dinosaurio se niega a morir y que existen bastiones locales que siguen bajo el control de los cacicazgos municipales. El gobernador de Hidalgo, Omar Fayad, pasó la prueba, aunque tuvo mayor resistencia.
Esta fórmula no es nueva, no se vale que en Morena se digan sorprendidos. Sabían que lo harían, sabían cómo lo harían y sabían cómo combatirlos. Se durmieron en sus laureles, se autoconvencieron de que eran los rivales por vencer y actuaron como si la victoria estuviera decretada.
Tampoco pueden alegar fraude, coacción del voto, compra de voto y todo lo que seguramente hubo. Por lo menos no ahora, eso se tuvo que haber denunciado e investigado antes. La Fiscalía Especializada en Delitos Electorales (FEDE, antes Fepade), a cargo de José Agustín Ortiz Pinchetti, fue mudo testigo y lo que hizo ingenuamente fue firmar convenios de colaboración con las Fiscalías Generales de Hidalgo y Coahuila. Sí, apoyarse en aquellos que deberían ser supervisados e investigados.
Morena no supo y no quiso ir de la mano de sus aliados del 2018. Arrogancia de unos y muy altas expectativas de otros. Hubieran sumado cinco puntos más de votación, que podrían haberse convertido en diez; reducido la pulverización de opciones y facilitado la decisión del electorado, evitando que el PRI se ocultara y operara con mayor libertad.
El PAN pasó de un histórico segundo puesto, a un tercer y lejano lugar. Se le cayeron los castillos en el aire, que construyó al pensar que podría ser la fuerza que encabece la oposición al obradorismo. No es algo que se dé de manera automática, tienen que trabajarlo.
Si su estrategia va a ser como la de Ricardo Anaya, descalificar desde la comodidad de su casa, sin sudar una sola gota, sin recorrer el país, entonces pelearán con el PRI por un lejano segundo lugar.
Esta derrota morenista era necesaria y llegó oportunamente. No deben perder el tiempo en lamentaciones, impugnaciones y desgastes innecesarios. Deben cerrar filas, asegurarse que nadie se quede en el camino, que todas y todos estén incluidos. Abrir sus puertas a los grupos y ciudadanos con buenos perfiles y trayectorias, escuchar al presidente Andrés Manuel López Obrador cuando les recuerda que la 4T es más grande que Morena. Solo así ganarán la madre de todas las elecciones: 2021.
ENTRE GITANOS
1) Aunque Morena ha vivido una mala experiencia con las encuestas, este método es el menos riesgoso para elegir a sus candidatos. No soportarían una elección interna. La CDMX se empieza a tapizar de bardas, de quienes buscan quedar en la memoria ciudadana.
2) Los funcionarios en las alcaldías y el gobierno de Claudia Sheinbaum deberían hacerle caso al presidente López Obrador y preparar sus renuncias a finales de este mes. De lo contrario, se arriesgan a perder la gracia presidencial. Y será el presidente quien al final termine palomeando el listado para diputados federales, locales y alcaldes.
3) Ya un año de escribir en ContraRéplica. Gracias a ti por leer Saber Político y al director general y editor Francisco Santiago por el apoyo recibido.