Como señalamos en una entrega anterior, la actual crisis bancaria que asola en estos momentos a Estados Unidos no será similar a la que devastó al sistema, así como a la economía estadounidense y global en 2008. Por lo tanto, el recuerdo de Lehman Brothers quedará solo en eso.
Como recordará amable lector, el 15 de septiembre de 2008, el banco Lehman Brothers presentó su declaración formal de quiebra tras el éxodo de la mayoría de sus clientes, acompañado de pérdidas drásticas en el mercado de valores y la devaluación de sus activos por parte de las principales agencias de calificación de riesgos.
Todo lo anterior fue consecuencia del involucramiento de Lehman en la crisis de las hipotecas subprime, asumiendo por medio de operaciones en las que asumió riesgos excesivos.
Asimismo, se presentaron alegaciones de negligencia que incluso llegaron a acusaciones criminales. La quiebra de Lehman Brothers está considerada como la mayor quiebra en la historia de Estados Unidos.
Pero ahora todo indica que la crisis actual, caracterizada por la crisis y quiebra del Silicon Valley Bank y el Signature Bank, así como por la marcada debilidad de otras instituciones como el First Republic Bank, es diferente, no parece tener el potencial para determinar una caída sistémica y con ello desatar una crisis sin igual.
La decidida participación del gobierno, con una auténtica lluvia de miles de millones de dólares para el sistema, es también un factor diferente al de otras épocas; tan solo la semana pasada se dio a conocer que los bancos demandaron en ese periodo alrededor de 165 mil millones de dólares en préstamos.
La cifra se dice fácil, pero es un auténtico mundo de dinero, una cantidad histórica que nos recuerda la magnitud de la crisis, que incluso muchos no consideran todavía una crisis, pese a la evidencia de los hechos.
En este contexto mundial, la crisis abarcará desde luego muchos países y México no será la excepción, pero en cada país habrá matices que estarán determinados por las condiciones internas.
El sistema bancario del país parece sólido, lejos quedaron aquellos años de la crisis bancaria que asoló al país y que de hecho lo dejó en quiebra, sí ese fatídico año de 1994, escrito en la historia financiera de México para siempre.
Sin embargo el antecedente más cercano de una crisis bancaria es precisamente el año 2008, con Lehman Brothers como el símbolo de esa crisis; en esa crisis el sistema bancario mexicano ya estaba sólido, tanto que ante una crisis de semejante magnitud los bancos que operan en el país prácticamente salieron ilesos.
¿Qué sucederá en esta ocasión?; si las cifras que ha reportado el sistema bancario son ciertas, que debería serlo, los bancos en el país saldrán sin problemas de esta crisis, no hay razones para pensar que será distinto.
Pero, sí habrá una consecuencia en México y en su sistema bancario por la crisis del sector que se registra nada menos y nada más que en nuestro principal socio comercial.
Para empezar, los bancos prestan por debajo de su potencial, lo han hecho desde que se recuperaron de la crisis, aquella quiebra ya mencionada de 1994. Según cifras dadas a conocer en la reciente Convención Bancaria, los bancos tienen disponibles alrededor de 1.4 billones de pesos para prestar, pero no lo prestan todo.
En el contexto de esta crisis, los bancos que operan en México no incrementarán su potencial, eso es un hecho.
Y más todavía, prestarán menos, por un tiempo. Ante la crisis en Estados Unidos, los bancos serán más estrictos en sus procesos crediticios; esas serán las consecuencias de esta crisis bancaria.
¿Y eso en qué nos importa? La respuesta es que una menor dinámica en la actividad bancaria es determinante para una reducción en el crecimiento económico; sí, habrá menor crecimiento por este y otros factores. Las economías están interconectadas, no habrá forma de que México escape de esta crisis.