Eugene Debs fue un destacado líder sindical. Se postuló para presidente cinco veces por el Partido Socialista de Estados Unidos a principios del siglo XX. También se opuso de forma vehemente al ingreso de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial. Fue condenado a una pena de diez años de cárcel acusado por el delito de sedición, y estando en la prisión federal de Atlanta se volvió a postular para presidente en 1920. No fue encarcelado por corrupto o por cometer delitos graves contra la democracia, sino por pacifista, lo cual era suficiente crimen en medio de la paranoia patriotera de la época. Recibió, en esa ocasión, más del 3 por ciento del voto nacional (casi un millón de votos).
¿Será Trump el segundo candidato en hacer campaña desde detrás de las rejas? El socialista ideológicamente comprometido y el narcisista atrabiliario, soez y mentiroso podrían tener, por fin, algo en común porque la Constitución no impide a un convicto o a un indiciado por la ley hacer campaña para ir a la Casa Blanca.
Trump es acusado por la fiscalía de Manhattan de falsificar registros comerciales para ocultar un pago realizado a la estrella porno Stormy Daniels. Muy difícilmente el expresidente irá a la cárcel por una causa tan rebuscada. Etiquetar el pago en cuentas como un gasto legal es un delito menor, y aunque los fiscales argumentan que este delito menor hizo posible una violación de las reglas federales y estatales de financiamiento de campañas, vincular los dos cargos es novedoso y arriesgado. Trump intenta convertir la imputación en activo electoral.
Por el momento lo está logrando. Con su reiterada denuncia de “caza de brujas” ha recaudado casi 5 millones de dólares y las encuestas muestran un ligero aumento de su ventaja respecto a Ron DeSantis. Quizá muy distinto será el efecto de los procesos aún pendientes en relación con el asalto al Capitolio, los intentos de alterar las elecciones en Georgia y la ocultación de papeles secretos en Mar-a-Lago.
Los problemas judiciales de Trump agregan niveles extraordinarios de incertidumbre a la campaña de presidencial de 2024. Los republicanos aún se aferran al expresidente, pero los estadounidenses no están acostumbrados a ver a sus jefes de Estado metidos en líos legales. Para cualquier otro político tener alguno estos embrollos sería el final de su carrera.
Pero ¿Hasta dónde un enjuiciamiento actuará como combustible para el trumpismo? Hacer de su enjuiciamiento una bandera le ayudaría a establecer términos en las primarias republicanas porque será difícil competir contra alguien reconocido por todos como una “víctima de un enjuiciamiento por motivos políticos”. Sin embargo, hacia las elecciones generales y con imputaciones más serias y claras esta ventaja podría convertirse en una pesada loza.