Por Óscar Roa
El reino Fungi es uno que constantemente sorprende a los científicos, tal es el caso del hongo que crece en Chernóbil y se nutre de radiación.
Descubierto en la zona de desastre de Chernóbil, Rusia, en 1991, no se le puso la debida atención que necesitaba hasta 2007, cuando un equipo de investigadores lidereados por la científica Ekaterina Dadachova, lograron darse cuenta de este particular espécimen de hongo, conocido científicamente como “cryptococcus neoformans”, que crecía gracias a la radiación del ambiente.
La razón de esto fue un caso de sorpresa, dejando de lado a otras especies del mismo reino que se alimentan de plástico, cartón y hasta turbosina.
Sin embargo, este elemento de estudio logra convertir la radiación en energía gracias a que segrega melanina, así es, la misma sustancia que le da pigmentación a nuestra piel.
Este descubrimiento ha permitido a la humanidad desarrollar experimentos en la Estación Espacial Internacional, con el objetivo de poder utilizarlos para proteger a los astronautas de la radiación solar, así como otros usos medicinales en pacientes con cáncer que necesitan radioterapia e incluso protección para los ingenieros de plantas nucleares.