El virrey Iturrigaray, ocho años trascendentales

Por Óscar Roa

Los personajes históricos de nuestro país son objeto de mucha polémica, sobre todo los políticos, José de Iturrigaray no es la excepción.

El virrey número 56 de la Nueva España tenía una larga y destacada carrera político-militar, mucho antes de volverse el máximo gobernante de nuestro territorio en 1803. Héroe militar de la Guerra del Rosellón entre España y Francia, Gobernador de Cádiz, España, y jefe del ejército de Andalucía. Con una trayectoria de tal tamaño, era natural que pudiera ser nombrado para llevar a cabo un virreinato como el establecido en México.

A su arribo, la gente, sobre todo los criollos, empezaban a comentar sobre el cansancio de los actos rapaces hechos por virreyes anteriores, cosa que mezclada con la invasión de Napoleón Bonaparte a España ingerían en una idea constante de autonomía, pero no hay que adelantarse. En su gestión como gobernante recibió la expedición de Alexander von Humboldt y el médico Francisco Balmis, ambos destacados científicos de la época. Así mismo, permitió la realización de corridas de toros públicas; además, fue durante su gobierno cuando se develó la famosa estatua de Carlos IV, mejor conocida como “El caballito”.

Ante un creciente descontento por parte de los criollos, quienes se veían cada vez más excluidos de los asuntos virreinales, los líderes Francisco Primo de Verdad, Francisco de Azcárate y Melchor de Talamantes encabezaron una lucha insurgente para poder tomar autonomía del reino español, en ese entonces gobernado por José Bonaparte, ante esto, Iturrigaray apoyó dicha revuelta con el fin de poder permanecer en el poder. Sin embargo, no se demerita la lucha, reprimida por comerciantes españoles, la cual fue precursora directa de la Independencia de México.